Convencion Nacional Democrática
Un Día de Historia
Roberto Fuentes Vivar
El 16 de septiembre de 2006 fue un día histórico. El Ejército paseo sus armas y su soledad de soldado. Cuando guardó los rifles surgieron las palabras. Fue un día de banderas y de síes. Fue un día en el que después de la tempestad vino la calma.
Horas antes desde Dolores Hidalgo Guanajuato, el presidente Vicente Fox había gritado “Viva La Democracia” “Vivan las Instituciones”.
El 16 de septiembre la cita era en el zócalo, en donde también horas antes, en respuesta a Vicente Fox y frente a los edificios que miran la historia de cada 15 de septiembre, Alejandro Encinas, había gritado “Viva la Soberanía Popular”.
La cita era a las 15:00 horas para realizar la Convención Nacional Democrática.
Lucy y yo abordamos el metro a las 14:00 horas, porque habíamos quedado de vernos con Sergio a las 14:30 horas. Desde el metro Zapata hubo una suerte de identificación con los viajeros. En el andén una pareja e jóvenes portaban carteles amarillos y él cargaba un banquillo portátil.
Pero ya en la siguiente estación, el ambiente del vagón se llenó e un aire de empatía. Un aire como el que todos respiramos, pero que a veces se nos olvida que ahí está. Subieron al mismo vagón seis señoras de edad relativamente avanzada. Cada una de entre 55 y 65 años. Eran todo risas. Todo esperanzas. Todo palabras. Portaban ya su gafete en el que emergía la palabra delegado y el logotipo de la Convención Nacional Democrática. Inmediatamente surgieron las palabras la identificación que no necesita gafetes.
-Ustedes también van a la convención- le preguntaron a Lucy.
-Sí- les respondió inmediatamente y desde ahí, como si los metros se midieran por apalabras, hubo muchas ideas. Unas de coraje
¿Se fijaron lo que hizo Televisa de que no sacó nada del grito del zócalo, pero sí de las delegaciones, de los estados y hasta de algunos municipios del país? Claro que al grito de Fox si le dio mucho tiempo. Eso ya de plano no tiene nombre. Es el colmo. En qué país vivimos. Otras de esperanza. Vas a ver que va a poner muy bien la convención. Hay que estar con López Obrador. Otras de información. A nosotros nos dijeron que había que estar aquí (y sacaban un mapa).Las señoras se reían, gritaban, decían, hablaban, gesticulaban, movían las manos. Mira aquí lo dice en la Jornada. Ya no nos juntamos con las de la Del Valle, están muy mal. Creen todo lo que dice Televisa. Las señoras, que se subieron en División del Norte, venían de las colonias La Florida y Guadalupe Inn, dos de las colonias de clase media alta –si no es que alta- de la capital el país. Lucy enseñaba su belleza. Las escuchó, habló con ellas. Se identificó. No sólo con la identificación de clase media sino con la identificación ideológica -y tal vez coyuntural- que ha hecho nacer el coraje del sentimiento de fraude electoral y el movimiento a favor de una verdadera democracia.
De repente, en Niños Héroes unos gritos callaron las palabras de las señoras. “Es un honor están con Obrador” “Es un honor estar con Obrador”. Eran unos 20 jóvenes que coreaban goyas y consignas. Portaban banderas de la UNAM. Otra vez la identificación. Los puños levantados, los aplausos, los dedos pulgares hacia arriba.
En Juárez las señoras se bajaron.
-¿No se bajan aquí?-
-No, nos vamos hasta Allende.
Fue una estación más para llegar a Hidalgo y trasbordar hacia Taxqueña. Cruzamos la historia en ese viaje. Desde Zapata hasta Hidalgo, pasando por la División del Norte, por Niños Héroes y hasta por Juárez. En el trasbordo hacia la línea azul, el metro se llenó. No pudimos subirnos en el primer convoy y esperamos al segundo. Seguimos con la historia y las consignas. Allende. A donde habíamos quedado con Sergio. También estaban Néstor y Hugo. Todos ya con su gafete. Ahí en una mesa de registro nos entregaron el nuestro en una mesa atendida por dos voluntarios que no se daban abasto y hasta cometían faltas de ortografía en el llenado de los gafetes. Ni modo.
De Allende caminamos hacia el zócalo, Lucy inundando de belleza las calles del centro, con su sonrisa democrática, con su voz que sabe gritar las injusticias. Con su fuerza interna repleta de pasos caminantes. Pero con la boca seca.
-Necesito agua- dijo y me alejé unos momentos de ellos cuatro para buscar una tienda. Yo también tenía la boca seca. Un super7 lleno ¿no que los plantones y las marchas les causas pérdidas?.
Sergio tiene la virtud de gritar su transparencia. Néstor estaba callado, quizá sudando porque el calor arreciaba. Hugo, único propietario de una Jornada en los alrededores, la prestaba a cuanto despistado se la pedía.
-Hace mucho calor ¿no?
-De plano sí.
-¿A qué horas empezará?
-Quién sabe
-Vamos a tomar una cerveza mientras empieza.
Una idea aprobada por unanimidad, quizá el primer sí de la tarde.
El Nivel, Cerrado. La Casa de las Sirenas, también. Hugo dice que más adelante está el hostal, que desde ahí transmite su programa de radio (“Alebrijes/ un lugar de la zona erógena”) por internet.
El lugar estaba lleno. De repente tres personas con gafetes de la convención dejaron una mesa. La ocupamos. Un Minuto perfecto, porque a los pocos segundos el cielo gruñó y la lluvia se soltó como fuera necesario refrescar la tierra. Ahí llegaron Aurelio Fernández de la Jornada de Oriente, Federico Campbell y no se cuántos conocidos más. Unos del Faro de Oriente.
Al terminar la lluvia, dejamos el Hostal. Caminaos hacia la plancha del zócalo. Lucy miró un estrado y dijo ahí. Con dificultades, los cinco nos subimos. Era un pedestal de acero para cubrir la entrada del metro zócalo. Desde ahí se ve bien.
-Ahí está. Sí ve miren a López Obrador- Grito Lucy.
Apenas habíamos terminado de subrinos cuando mire el relojo.
Las cinco de la tarde.
Las cinco en punto de la tarde.
Parece el poema de García Lorca, le dije a Sergio.
Pero no era el poema, sino que a las cinco en punto de la tarde, con las bocinas húmedas, comenzaron las palabras. Los gritos las consignas. Los “presidente”, los “sufragio efectivo no imposición”, los “es un honor están con Obrador”, los “Pre-si-dente” cada vez más fuertes.
Comenzó la asamblea. No queremos. Nadie quiere una privatización más. Nadie quiere una injusticia más. Nadie quiere un presidente que no gano limpiamente las elecciones. Todos abuchean a Calderón.
Una indígena denuncia violaciones sistemáticas a las indígenas mexicanas. Rafa Barajas, el Fisgón –ya tiene el pelo blanco, dice Lucy-, habla de la forma en que se manipulado la información y señala la necesidad de medios alternativos. “Hay que trabajar por una radiodifusora y una televisora de la capital del país”, me dice Sergio.
Los cinco nos tomamos la foto con el teléfono de Sergio. Es historia, decimos uno a uno con otras palabras.
La bocina de atrás de nosotros no funciona. Se hacen gestiones para que desde el templete principal envíen un cable y se conecte a la bocina. El cable pasa de mano en mano, de mano en mano, de mano en mano. Cuando llega, el grito del técnico calla las consignas.¡Está al revés, pendejo! Otra vez de mano en mano, de mano en mano, de mano en mano.
Cuando es el momento de los doce síes, el cable regresa y el técnico grita ahora sí. Cuando se hace la voz un ¡¡¡¡Ohhh!!! estalla.
Junto a Lucy unos norteños hablan con su tono asincerado. Eso es, dicen cada vez que se menciona a López Obrador. Junto a Sergio, un anciano urbano con todos los años en las canas permanece estoico. No se mueve. A mi ya se me cansaron las piernas. Bailo para que la circulación regrese. El viejo está completo. Más que cualquiera de nosotros. Junto a Hugo una niña hace bombas de jabón y le salpica la cara. Junto a Néstor, campesinos de Michoacán, solo mueven la cabeza de manera afirmativa cada vez que alguien se refiere al campo desastrado. Junto a mí un anciano rural grita a veces Obrador. Obrador. Obrador. Detrás de nosotros un joven urbano intenta cantar la consigna de “es un honor estar con Obrador”, pero no le sale pues la rima no le queda al agregarle el López. Nadie lo sigue.
Son las seis y media de la tarde y el cielo es de un azul verdadero. Del azul que sustituye a la tormenta. Del azul real, cuando todos sí a desconocer a Felipe Calderón.
Sergio, Néstor y yo, de repente comentamos la importancia de que se haya creado el Frente Amplio Progresista. Pero Lucy saca su sabiduría cuando me dice lo importante que es la palabra progresista. Finalmente López Obrador coincide con la importancia de la palabra Progresista, cuando habla en su discurso. Es importante, le digo porque ya se les quita la bandera a los neoliberales que siempre dicen que se trata de emisarios del pasado. Del pasado al progreso. Eso hicimos hoy, cuando gritamos los doce síes. Cuando la noche comenzó a caer sobre catedral, sobre Palacio Nacional, sobre el antiguo ayuntamiento, sobre las piedras que escucharon las palabras, que oyeron silenciosas los doce síes. Las mismas piedras que oyeron hablar a Juárez, que vieron caminar a Lázaro Cárdenas, que miraron desfilar a Zapata y a Villa. Las mismas piedras que escucharon la proclama de la IV República.
Las que nunca habían escuchado un himno nacional coreado por tantas voces juntas. Las que ven una unidad popular. Las que pueden ver el progresismo.
-Vamos a esperar a que se despeje un poco para irnos-
-Sí ¿no? Va a estar lleno. Respondo.
-Vamos otra vez al hostal.
Otro sí unánime.
Dos horas más tarde, regresamos al zócalo. La corregidora, Morelos, Allende Hidalgo se hicieron luz eléctrica. Estaban mudos hace rato. Ahora viven en el México de la Convención Democrática. Unos coches claxonean el ta ta ta. Otros peatones gritan “Obrador” “Obrador”.
Tomamos el metro. Sergio se va hacia Taxqueña. Nosotros vamos a Hidalgo para trasbordar. Ya en el metro Zapata, otra vez las ganas de orinar, pero de todas maneras prefiero decirle a Lucy que voy a comprar cigarros y ella se adelanta hacia la casa. Camino unos pasos y dos señoras con banderas amarillas miran mi gafete y me dice “en algo coincidimos”. Compro los cigarros. Las ganas de orinar son muchas. Casi corro hacia la casa. Casi en la puerta, un desconocido me para y me pregunta ¿Cómo estuvo la convención? No pude ir. Le digo que todo muy bien, pero que me estoy orinando. Insiste, pero sí declararon a López Obrador presidente. Le digo que sí y corro porque las ganas son muchas. Mientras desahogo la vejiga pienso. Como nos hace falta a los mexicanos. Hoy sí hubo identificación. Un pedazo de plástico como el gafete, abrió las puertas a las palabras. A la comunicación. Lástima, me digo a mi mismo, que los medios han perdido la comunicación.
Fue un día histórico, en el que ser “delegado” fue ser mexicano. Ser palabra de honor.
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