Radio y TV
El regreso de los íconos
Roberto Fuentes Vivar
Durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa del siglo pasado hubo pocos íconos en los medios de comunicación social electrónicos. Era una época en la que los conductores de radio y televisión eran seres humanos no desechables y su fuerza llegó a tal grado que todos los presidentes tenían que sentarse con ellos y en la que la credibilidad de su palabra no se ponía en duda.
Hoy, la mayor parte de estos íconos son los personajes que no han cerrado sus micrófonos a corrientes como la de López Obrador y hasta han puesto en duda, no con sus opiniones, pero sí con las de otros personajes a los que abren sus programas la legalidad de las elecciones.
Curiosamente, los personajes de los medios de comunicación que han surgido después han tenido una constante: la desechabilidad. Son precisamente los conductores de radio y televisión desechables los que se niegan a abrir sus puertas a las fuentes no institucionales y critican cualquier acción que pueda considerarse no institucional.
El hecho de que los íconos regresen a las pantallas o a los micrófonos y no acaten las campañas y consignas que surgen desde el poder, les da una nueva vitalidad y una frescura que quizá no tuvieron en el momento en que tenían todo el poder en sus voces.
Jacobo Zabludowsky, fue durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta el conductor televisivo más connotado. Su sola imagen imponía respeto a presidentes no sólo mexicanos sino latinoamericanos y hasta europeos. Figuras internacionales como artistas, deportistas o toreros sentían que era un honor ser entrevistados por el maestro.
De hecho hubo quienes aseguraron que si alguien en México podría realmente iniciar una revolución era Zabludowsky y no los políticos, pues su influencia fue tal que podía proponer, con una sola palabra, la agenda nacional.
Hoy, ya sin tanto poder como el que mantuvo en las pantallas de Televisa, tiene una nueva vitalidad en los micrófonos de Radio Red –de Radio centro- y su noticiero “de una a tres”, cada día gana mayor audiencia no sólo entre la clase política, sino entre taxistas, amas de casa, desempleados y profesionistas.
Hoy, también es uno de los personajes que ha dado cabida en sus espacios a personajes que pueden explayarse sobre lo que consideran un fraude electoral. También da la voz a quienes defienden la limpieza electoral. Se ha convertido en el verdadero maestro de periodismo que quienes éramos estudiantes de comunicación en la década de los setenta, del siglo pasado no vimos en su momento. Hoy gracias a su experiencia, la cátedra diaria es un hecho. Muchos dicen que a la vejez viruelas, pero otros preferimos considerar que la experiencia también crea conciencia. Por eso se ha ganado el respeto no sólo de los poderosos, sino de quienes no lo son.
José Gutiérrez Vivó fue el ícono principal de la radio mexicana durante las décadas de los ochenta y noventa. Su programa matutino era considerado obligado para la clase política y para millones de ciudadanos que se despertaban con él.
Fue sin duda el principal personaje de la revolución de la radio, de la modernización de los contenidos, de la apertura informativa. Gracias a él, la radio mexicana no se durmió en sus laureles, sino que comenzó a estar a la altura de la democracia mexicana. Aunque ideológicamente sus programas en radio red, concretamente en Monitor, no eran compatibles con las ideas de muchos de los mexicanos, sí hay que reconocer y ensalzar sus virtudes. Los golpes en la mesa, la indignación y hasta la parafernalia que circundaba a muchas de sus transmisiones especiales, fueron un avance en la radiodifusión.
Hoy, ya sin el poder que tuvo su Monitor –gracias al cual por cierto se logró en mucho la llamada transición del 2000- sigue transmitiendo, endeudado y no con mucho éxito comercial en su diario (quizá por las diferencias entre el periodismo escrito y el radiofónico) con un valor renovado.
El valor renovado lo ha llevado a ser reconocido públicamente en las asambleas de Andrés Manuel Lopez Obrador, como uno de los pocos comunicadores que no han cerrado sus micrófonos a la opiniones divergentes del poder.
Ricardo Rocha fue también uno de los íconos de la televisión mexicanas de finales de la década de los setentas y principios de los ochenta, al abrir una rendija en Televisa para que a través de ella se colaran las entrevistas a personajes de la oposición, a cantantes no comerciales, a escritores que estaban vetados, a políticos que no tenían acceso a las ondas hertzianas.
En sus programas nocturnos logró conformar equipos de trabajo que no encajaban en ese momento con la ortodoxia de Televisa y que revolucionaron la televisión, al hablar abiertamente de sexo, de música clandestina, de literatura joven, de barrios prohibidos como Tepito.
En fin fue también uno de los íconos de la televisión y alumno de Zabludowsky. Hoy también es reconocido como uno de los periodistas que ha mantenido abiertas las puertas de sus espacios a personajes que luchan contra el poder establecido. En Radio Fórmula, en PCTV, en radio Educación y, en menor medida, en TV Azteca ha intentado abrir los micrófonos a voces disidentes y ha seguido especialmente de cerca las actividades de la Alianza por el Bien de Todos y de Andrés Manuel López Obrador.
Virgilio Caballero quizá no es conocido masivamente, pero es también uno de los íconos de la televisión de finales del siglo pasado, pues durante las décadas de los ochenta y noventa, se dedicó a la diversificación de la oferta de medios de comunicación audiovisuales.
Concretamente participó en la creación de varios sistemas de comunicación social de entidades de la República, los cuales tenían como propósito la institución de canales televisivos y radiofónicos de los estados, que fueran independientes del poder ejecutivo local y que actuaran como medios de Estado –así con altas-, respondiendo a las necesidades de la sociedad.
También fue promotor del Canal del Congreso, en el que estuvieran representadas todas las fuerzas políticas. Es decir que fue uno de los luchadores más enfáticos de la libertad de expresión y del derecho a la información, entendido desde un nivel amplio, en el cual la sociedad sea debidamente atendida por los medios de comunicación.
Hoy, casi sin tribuna, aunque sí participa en programas como el de Radio Educación –junto con Ricardo Rocha, Javier Solórzano y Miguel Angel Granados Chapa, éste último también un ícono del periodismo nacional, sobre todo en el diarismo y no tanto en los medios audiovisuales-, en donde cada semana manifiesta su indignación por lo que sucede en México.
Quizá el otro ícono del periodismo audiovisual de finales del siglo pasado es Joaquín López Dóriga, quien transformó el periodismo televisivo cuando era director de Noticias de Canal 13 y logró transmisiones realmente espectaculares de las guerrillas en Centroamérica, puede ser otro de los íconos de la época.
Alumno también de Jacobo Zabludowsky, López Dóriga, es el único de los cinco íconos aquí mencionados, en cuyos espacios se cierra la información de los grupos opositores y que no ha valorado en toda su magnitud el movimiento social gestado después del 2 de julio, al minimizarlo o definitivmente cancelarle la voz.
Cuando estos íconos surgieron, la personalidad, el ser humano y el personaje, eran lo más importante. Los noticieros cumplían una labor social y no precisamente económica en beneficio de las grandes empresas mediáticas, las cuales sí ganaban dinero, pero no siempre de los noticieros.
Los conductores de radio y televisión no eran precisamente desechables y su voz era parte de la vida diaria de la sociedad.
Hoy, se han abierto nuevos espacios, pero el contenido de ellos es casi siempre el mismo y pueden realizarse ejercicios de análisis de contenido en los que seguramente el resultado será que la orientación es limitada, la información, a veces, excesiva y repetitiva, y el divertimento se confunde con la información, mientras que la comercialización es la parte más importante del sustento.
Hoy, los conductores son prácticamente desechables y responden a un interés básicamente empresarial, en que supuestamente el carácter social de la información ha pasado a un segundo término, priorizándose la comercialización y la ideología de cada medio, sobre la información objetiva.
Si de los cinco íconos de los medios de comunicación social de finales del siglo pasado, cuatro han manejado sus espacios sin reservas y en algunos casos con simpatía para Andrés Manuel López Obrador, quiere decir que los Maestros –así con mayúsculas- saben lo que hacen.
¡Salud, Maestros!
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