El filósofo del metro dice:
Cuando una mina de arena
se convierte en mina de oro
termina como depósito de mierda
Santa Fe, un monumento
a la avaricia y corrupción
Roberto Fuentes Vivar*
Cuando
un grupo interdisciplinario de arquitectos, urbanistas e ingenieros, entre los
que se encontraban Ricardo Legorreta y Teodoro González de León propuso al
entonces regente del Distrito Federal, Carlos Hank González usar los tiraderos
de basura de Santa Fe, para convertirlo en una zona de “primer mundo”, nunca se
imaginaron los problemas que se iban a presentar en esa zona.
En
menos de 10 años, con los últimos regentes priistas de la capital, Ramón
Aguirre, Manuel Camacho Solís, Manuel Aguilera y Oscar Espinoza Villarreal, la zona se empezó
a poblar de corporativos nacionales y extranjeros.
Con
los primeros gobernantes elegidos por la sociedad, Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel
López Obardor, Marcelo Ebrard y Miguel Mancera, continuó el boom inmobiliario
de Santa Fé, pero ya con la doble vertiente de espacios corporativos y zona de
vivienda.
Detrás
de todo este crecimiento, hubo una total inmoralidad de autoridades e
iniciativa privada y hasta escándalos políticos como el del predio el encimo
que ocasionó la petición de desafuero de López Obrador.
Las
empresas promotoras, desarrolladoras y constructoras, sin importarles que
muchos de los predios anteriormente habían sido minas de arena, plantaron cientos
de edificios, algunos de ellos de más de 30 pisos.
Santa
fe es algo así como un monumento a la codicia. Codicia por parte de los
especuladores de predios, de las empresas desarrolladoras y constructoras e
incluso por parte de los propietarios que anhelaban vivir ahí por el estatus
que les brindaba esa zona exlcusiva.
Desde
luego, muchos de los primeros corporativos ya se han arrepentido porque no
existen vías de comunicación suficientes, hay escasez de agua y el transporte
público es de mala calidad. Incluso por ejemplo banco Santander que fue uno de
los pioneros, ya construye nuevas oficinas en la zona centro del DF.
Por
todo el desorden y la avaricia con que se construyó era previsible que
ocurriera un escándalo como el de hace unos días cuando se desgajó la mitad de
uno de los cerros de Santa Fe, lo que obligó a alrededor de 120 propietarios de
departamentos en tres torres denominadas Fraccionamiento Residencial Vista del Valle.
Nada más el negocio de esas tres torres equivale a algo así como 1,800 millones
de pesos y es sólo una mínima parte del gran negocio en que se ha convertido
Santa Fe.
Los
medios han apuntado a la presunta corrupción principalmente del exjefe de
gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, y del exdelegado Carlos Orvañanos Rea. Sin
embargo, pocos se han detenido en analizar que los verdaderos culpables son las
empresas, como American Towers propietaria de la torre instalada en el cerro
desgajado.
En
el caso de las torres de departamentos, los culpables son las empresas Promotora
Vista del Valle, con dirección en
Altavista 61, Prados de la Montaña, Santa Fe, Cuajimalpa, y Promotora
Vista del Valle, asociada a Proyectos de Edificación, Servicios y Acabados
(Proesa), esta última que tiene su sede en el estado de México.
Las
voces de los vecinos, como Itziar de Luisa, presidenta de la Asociación de
Colonos de Santa Fe, están demandando la atención urgente de las autoridades y
culpan también a las constructoras de lo que sucedió y pueda suceder en el
futuro.
En
un mundo globalizado, en el cual muchas veces las empresas tienen más poder que
los gobiernos, las empresas tienen una doble responsabilidad: la de cumplir las
leyes y al mismo tiempo responder ante
sus clientes.
Es
precisamente, a ellas a las empresas constructoras que convirtieron minas de
arena en condominios de lujo, a las que hay que exigirles cuentas, además de a
las autoridades que expidieron permisos que nunca debieron autorizarse. Como
dice el filósofo del metro, cuando una mina de arena se convierte en mina de
oro, termina como depósito de mierda.
*Comentario para radio educación/13 de noviembre de 2015
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