El filosofo del metro dice:.

La soledad por muchos
tan deseada,
es la realidad por otros
tan odiada.

Roberto Fuentes Vivar*

Quiero referirme a un asunto que está creciendo de manera alarmante en nuestro país: la soledad.
Cuando se es joven y tiene uno la vida plena de los 20 años es muy probable que lo que se busque es la independencia, la responsabilidad de asumir por sí mismos la existencia y por ello miles de jóvenes quieren vivir precisamente solos.
Cuando se es viejo, la soledad es una carga emocional que llena todos los espacios, es una amiga indeseable, pero obligatoria. Es un cuarto vacío, una televisión prendida –si se tiene- y un solo plato en la mesa.
Quizá las estadísticas que más puedan servir para ilustrar la forma en la que crece la soledad son las que publicó el INEGI en un estudio muy completo sobre los hogares unipersonales, es decir aquellos en los que vive una persona sola.
Las cifras encontradas son alarmantes. En 1990 había 780 mil hogares habitados por una sola persona. La cifra subió 10 años después a un millón 400 y si se toma en cuenta esta dinámica de crecimiento estamos hablando de que en estos momentos hay alrededor de 2 millones de hogares en los que viven personas solas.
Por cierto que aquí, en el estado de México, la población de personas que viven solas registra el mayor crecimiento en el país, pues en 1990 había 60 mil y para 2000 la cifra subió a 122 mil, lo que significa que actualmente debe estar en casi 200 mil personas.
El crecimiento a nivel nacional se presenta básicamente en dos grandes rubros. Uno, el de los jóvenes de hasta 30 años que quieren tener precisamente esa independencia que muchos anhelamos obtener cuando tuvimos esa edad. El otro gran rubro es el de los ancianos.
En el primero de los casos, el de los jóvenes. Se trata de alrededor de 500 mil personas menores de 40 años que viven en soledad. En este caso, puede afirmarse que son ciudadanos con plena conciencia de su soledad, que tienen recursos económicos por arriba de la media, cuentan con estudios superiores y su nivel de vida es comprable con los que tienen los solteros de los países industrializados.
Un aspecto interesante en este grupo es que por cada dos jóvenes hombres que viven solos, únicamente hay una mujer, lo que indica que el núcleo familiar tradicional sigue impidiendo a la mujer que se independice y haga su propia vida, mientras que es más benigno con las personas del sexo masculino.
En el caso del otro gran grupo de personas que viven solas, el de los ancianos, representa un problema mucho mayor, porque sus condiciones sociales son de franca marginación, de miseria, de aislamiento y hasta de discriminación.
Según el estudio d el INEGI, en 1990 había 370 mil personas mayores de 60 años que vivían solas. La cifra se elevó 10 años después a 614 mil. Si sigue un ritmo de crecimiento como el que se mantuvo en esa década, actualmente hay alrededor de 800 mil personas en esas condiciones.
Lamentablemente, los estudios del INEGI llegan hasta este 2007 pero sí arrojan cifras que pueden considerarse dramáticas entre los ancianos que viven solos. En primer lugar, por ejemplo, el 45 por ciento de las mujeres de más de 80 años que viven solas no saben leer ni escribir lo que demuestra unas condiciones de analfabetismo mayor a las de cualquier otro grupo marginado.
Otra estadística es que dos de cada tres personas de más de 60 años que viven solas no cuentan con ningún sistema de seguridad social, lo que las coloca en una situación de indefensión que puede considerarse grave.
Una estadística más. El INEGI cita textualmente: las personas de más de 80 años vieron reducir sus ingresos de mil 576 pesos mensuales en 1990 a sólo 280 pesos mensuales en 2000. ¡Imagínense cómo estarán en estos momentos!.
Además señala el estudio que el 90 por ciento de los ancianos no recibe ingresos.Como dice el filósofo del metro: Cuando el futuro nos alcance que la soledad no venga acompañada por su amiga la misera.

*Comentario para radio y TV mexiquense/1 de febrero de 2007