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Thursday, December 31, 2020

El filósofo del metro dice:

 Muerto el rey, 

viva el rey

Feliz 2021


2020 el año en que 

se enfermó el mundo


Roberto Fuentes Vivar*


Este año se cumplieron las profecías del gran poeta peruano césar Vallejo y 2020 fue el año en que Dios estuvo enfermo.

Y si no fue Dios, ese dios de todas las religiones, el que estuvo enfermo, fue el mundo, que tuvo que guardarse, enclaustrarse, confinarse para tratar de mantener la poca salud que le quedaba.

Desde luego que la enfermedad del mundo no fue nueva, ya estaba enfermo desde hace varios años, quinquenios, décadas o tal vez siglos.

Un mundo enfermo de codicia que colapso en 2020, como si necesitara el reposo necesario para conservar la vida. Como si todas las heridas sufridas recientemente le hicieran imposible respirar para seguir caminando, sin necesidad de un respirador artificial, como el que tuvo que cargar durante décadas

Colapsó su sistema inmunológico, luego de que, en todo el planeta, los afanes codiciosos procuraran desmantelar los sistemas de salud para entregarlos a la avaricia de la iniciativa privada.

2020 fue el año en el que el mundo se encerró en sí mismo, en cada casa, en cada pueblo, en cada ciudad, en cada país, para poder encontrar, otra vez, su origen, luego de haberlo perdido tras una globalización galopante que le hizo perder el sentido de la vida humana.

2020 fue el año en el que todos perdimos un amigo, un familiar, un maestro, un compañero o un ser querido que admirábamos y que perdió la vida tras luchar contra un virus microscópico e invisible que se transportaba por el aire, por el sudor, por la saliva, por el moco, por el simple contacto humano.

2020 fue un año en que todos tuvimos que postergar algún anhelo. Fue el año en que la esperanza estuvo amenazada por los avatares de una enfermedad que recorrió plazas y escampados.

2020 fue el año en el que todos tuvimos miedo. En el que el miedo se introdujo en nuestro cuerpo, sin vacuna que lo inoculara, sin remedio, sin una oración a ese dios de todas las religiones, ni una claridad científica que nos consolara como habitantes de un planeta envejecido a fuerza de ser sacrificado.

2020 fue el año en el que el sistema nervioso del mundo se descontroló del todo. Toques de queda, estados de excepción, estados de sitio, semáforos de alerta,

2020 fue el año en el que la avaricia llegó a sus máximos niveles. En el que la codicia de unos puso en peligro la vida de todos. En el que países ricos intentaron acaparar las esperanzas y los particulares trataron de sacar provecho. En el que, como lo vimos aquí en México hace unos días  cuando un director de hospital utilizó su cargo para vacunar a su familia, cuando el mundo espera el orden para poder regresar a su camino.

2020 fue el año en el que la búsqueda de la piedra filosofal recayó en los laboratorios químico-farmacéuticos que como modernos alquimistas buscaron un antídoto para eliminar al virus microscópico que puso de rodillas al mundo y sus confines.

2020 fue el año en el que socializó la esperanza, pero también la desesperanza.

2020 fue el año en el que el poder de las grandes urbes, de los grandes edificios en los que se controlan las finanzas mundiales y las grandes corporaciones que comercian con la muerte a través de la guerra se volvieron pequeños ante una micra de enemigo desconocido.

2020 fue el año en el que las enfermedades del planeta, causadas por su autodestrucción y por la destrucción del hombre por el hombre, se convirtieron en las culpables de haber generado mutaciones irresponsables que nadie sabe cuándo se detendrán.

2020 fue el año en el que los hospitales fueron los templos y los médicos y enfermeras los verdaderos dioses para salvar al mundo.

2020 fue el año en el que el mundo se contagió de pobreza por haber generado durante décadas riqueza material y artificial poco confiable.

2020 fue el año en el que la salud fue el don más preciado, por sobre los montones de billetes acumulados en las bolsas de valores y en la especulación financiera.

2020 fue el año en el que Dios, ese dios de todas las religiones, estuvo enfermo y nadie, ni los sabios más encumbrados del planeta pudieron emitir un diagnóstico certero.

2020 fue el año en el mundo estuvo enfermo y quedó postrado en su aposento por no poder caminar más el sino pavimentado que le habían creado para sí mismo.

Esta noche aquí en México, se acaba este 2020. Mañana será otro día. Ojalá este 2021 el mundo encuentre su recuperación con un diagnóstico equilibrado y con otras nuevos medicamentos para evitar su recaída.

Dice el filósofo del metro: muerto el rey, viva el rey. Que 2021 sea un año mejor para todos y en especial para cada uno de los escuchas de Radio Educación.


*Comentario para Radio Educación 31 de diciembre de 2020

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