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Friday, May 11, 2012

El filósofo del emtro dice:

Poder y dinero
asfixian la ética

Comprar conciencias,
escándalo tras el debate

Roberto Fuentes Vivar*

En horas recientes y como consecuencia del debate presidencial del pasado domingo, se han presentado varias situaciones inéditas que vale la pena comentar en toda su magnitud y más allá del calor de la contienda electoral.


Se trata concretamente de cómo utilizó Enrique Peña Nieto el gasto público para promover su imagen y convertirse en candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional.

En primer lugar, ayer se registró una confrontación entre Héctor Aguilar Camín y Jenaro Villamil en el programa radiofónico de Carmen Aristegui, en la que el origen del enfrentamiento es el dinero que presupuestó Televisa para apoyar al entonces gobernador del estado de México.

A esta confrontación se sumó hoy la noticia del periódico Reforma en la que se indica que Enrique Peña Nieto gastó 32.3 millones de pesos, para apoyos informativos en estaciones de radio y concretamente en noticiarios como el de Joaquín López Dóriga y Oscar Mario Beteta, dos de los programas noticiosos con mayor audiencia en la República Mexicana.

La confrontación entre Aguilar Camín y Jenaro Villamil resulta enriquecedora por muchos aspectos. En primer lugar porque se trata de una especie de choque de trenes entres dos formas de hacer periodismo. Concretamente Televisa contra Proceso.

Otro aspecto que llama la atención es ¿Porqué Televisa no respondió hace cinco años o en las incontables publicaciones que ha hecho Jenaro en Proceso desde entonces y que incluso forman parte de su libro el sexenio de Televisa?. ¿Porqué, si no es verdad lo que ha publicado por Villamil, se tardo hasta ahora, cuando falta poco más de un mes para las elecciones, para tratar de explicar o desmentir la información?

Un aspecto que, más allá de las generalizaciones políticas, llama la atención es el periodismo en sí mismo. Las frases utilizadas por Aguilar Camín para intentar desacreditar a Villamil, son por lo menos risibles: “tu papelito”, “tu credencialita de Proceso” e incluso cayó en algo más grave como afirmar: “tú no te has ganado el derecho a mantener tus fuentes en secreto”.

Estas afirmaciones dan cuenta de una especie de realidad no escrita en la que según la óptica de algunos existen periodistas de primera y de segunda. Los de primera, desde luego, son los de Televisa. Los de segunda, el resto de los comunicadores. La noticia aparecida hoy en Reforma, obtenida mediante la Ley de Transparencia, confirma que los periodistas de primera son, por ejemplo Joaquín López Dóriga u Oscar Mario Beteta.

Mirando el fondo del asunto, lo que está en el fondo de los dos casos, es la forma en que el televidente o el radioescucha son engañados de manera permanente al recibir publicidad disfrazada de información. Estoy de acuerdo con Aguilar Camín en que no hay ilegalidad en ese hecho, pero también con Jenaro Villamil en que hay un fuerte engaño al televidente o radioescucha.

Lamentablemente no hay una legislación al respecto y sólo a través de un escándalo como el actual, puede crearse conciencia entre el auditorio de que mucha de la información que recibe es propaganda.

Recuerdo que hace ya más de 30 años diarios como el Día y posteriormente UnomásUno y La Jornada diferencaban diferenciar con cursivas cuando se trataba de publicidad o se incluían las letras IP (Inserción pagada) en los textos publicitarios, para respetar al lector.

Esto no se hace en los medios comerciales audiovisuales, en donde tampoco hay una línea divisoria entre patrocinios, menciones o comentarios y las ventas de publicidad que hacen los ejecutivos de las empresas.

Ojalá el escándalo suscitado por las millonadas gastadas por Peña Nieto sirva para desnudar una práctica común que no es otra cosa que manipulación informativa. Ojalá también sirva para que en un futuro se transparenten los medios y puedan cumplir con el derecho a la información consagrado constitucionamente.

El peligro que veo de estos escándalos es que en un futuro los personeros de personajes como Enrique Peña Nieto se erijan en colegio de periodistas para imponer sus propias normas. Como dice el filósofo del metro: En periodismo, el poder y el dinero asfixian a la ética.

*Comentario para Radio Educación/ 11 de mayo de 2012











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