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Friday, September 07, 2012

El filósofo del metro dice:

Comer fue una vieja
costumbre burguesa
que ya desapareció

La agflación golpea a México

Roberto Fuentes Vivar*

El informe de la inflación de hoy confirma que México se ubica uno de los países con más alta agflación del mundo y que los ciudadanos estamos cada vez más expuestos a que el dinero del salario se destine primordialmente a la alimentación.


Oficialmente la inflación medida por el INEGI fue de 4.57 por ciento en agosto, lo que representa casi el doble del año pasado. Pero lo más grave es que los precios de productos agropecuarios tuvieron un alza de 8.52 por ciento en su medición normal y de 11.76 por ciento en el tecnicismo que las autoridades llaman inflación subyacente.

Esto quiere decir, en síntesis, que los precios de los alimentos crecen al doble de la inflación anual. Para colmo, los precios de los energéticos también crecen al doble que la inflación promedio. Y no se diga los precios de la canasta básica que subieron 6.46 por ciento.

Pero todo esto solo son cifras y mediciones específicas del INEGI ahora y antes del Banco de México, que no reflejan fielmente la realidad, pues los bolsillos gritan otra cosa. Por ejemplo ¿a qué consumidor o ama de casa le cabe en la cabeza que los alimentos sean ahora sólo 9 por ciento más caros que hace un año?

Fuera de los datos del INEGI en los que se reconoce una inflación si no desbordada sí a punto de salirse de cauce, lo que sucede en México, en las calles, es para poner los pelos de punta.

No sólo es el huevo el que se ha encarecido, cuando se puede encontrar, sino todos los productos alimenticios. Por ejemplo la tortilla. No es raro encontrarla a 25 pesos el kilogramo, como sucede con algunas tortillas empacadas. Hace seis años cuando se inicio el sexenio, el kilogramo de tortilla se encontraba a cinco pesos.

En el caso del pan, un bolillo cuesta ya dos pesos, cuando hasta hace unos meses se podía encontrar todavía a un peso y no se diga el pan dulce que o ha subido de precio o simplemente lo han empequeñecido a tal grado que una pieza parece un bocadillo.

La lista es larga y hasta el mismo INEGI la reconoce por ejemplo en el caso de la naranja que en agosto subió más que el huevo. Incluso en las fondas, torterías y taquerías que visita el INEGI también la inflación está desbordada oficialmente, aunque el discurso y las cifras oficiales, repito, distan mucho de reflejar la realidad.

Lo cierto es que el sexenio de Felipe Calderón terminará igual que como empezó. Hay que recordar que uno de los primeros actos de gobierno que tuvo que realizar fue el famoso pacto para supuestamente mantener el precio de la tortilla.

Lo que no han entendido las autoridades es que los precios de los alimentos son primordiales para la población de más bajos recursos y para la clase media. Según el INEGI, los deciles de la población más pobre, utilizaban –hace un año- más del 60 por ciento del gasto total en alimentos, mientras que para los más ricos este gasto no es significativo. Es muy probable que ahora este porcentaje haya aumentado en todos los estratos sociales.

Una de las formas de medir la pobreza de un país es precisamente el porcentaje del gasto que se utiliza para alimentación en las familias. Más del 30 por ciento representa pobreza, pues anula el gasto en otros rubros..

Así estamos los mexicanos sumidos en la agflación y estirando el salario para apenas sobrevivir. Un salario mínimo, por ejemplo alcanza para adquirir diariamente un kilo de huevo y, si acaso, un kilo de tortillas. Y el gasto para salud, para educación, para transporte, para vivienda no existe. Como dice el filósofo del metro: Comer fue una vieja costumbre burguesa que ya desapareció.

*Comentario para Radio Educación/ 7 de septiembre de 2012

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