El filósofo del metro dice:
Nuevamente, la
reversa también
es un cambio
Ley anticorrupción para
encubrir a los corruptos
Roberto Fuentes Vivar*
Finalmente,
la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Responsabilidades Administrativas o la
Ley Anticorrupción, conocida también con el sobrenombre de Ley de tres de tres.
Desde luego se trata de una legislación light o descafeinada, para no atentar
contra los sacrosantos valores de los grupos más oscuros y oscurantistas del país.
Quizá
lo más importante es que durante todo el proceso salieron a relucir los
verdaderos intereses de la corrupción en México, concretamente los de los
partidos revolucionario institucional (PRI), del verde ecologista de México y
los del empresariado en su conjunto.
Vamos
por partes. Esta ley es la primera que fue propuesta por la sociedad, al
reunirse para la iniciativa la cantidad de apoyos suficientes para que fuera
aceptada por el Poder Legislativo.
En
su camino hacia la aprobación, los primeros que se opusieron fueron los
representantes del PRI y del Partido Verde que le hicieron modificaciones para
que el artículo 29 que obligaba a los servidores públicos a presentar tres
declaraciones: la patrimonial, la fiscal y la de intereses, se convirtiera en
un acto de buena voluntad.
Parece
ser que a muchos funcionarios públicos no les convenía la transparencia y por
ello enviaron a sus representantes en el Poder Legislativo a convertir la ley
en un mero trámite administrativo, pero que pudiera seguir encubriendo los
verdaderos intereses económicos de secretarios, subsecretarios, directores
generales y hasta legisladores.
Pero
lo que causa más hilaridad, si no es que coraje, es la doble moral de la
iniciativa privada. Durante todo el proceso de discusión el Consejo Coordinador
Empresarial y todos sus organismos afiliados (Canacos, concanacos y concamines)
mantuvieron una constante presión para que los legisladores aprobaran la ley
como había sido enviada por las organizaciones de la sociedad civil.
Análisis
del sector privado demostraban como la corrupción es el principal obstáculo
para la economía mexicana, al grado de asegurar que de no combatirse estarían
en peligro los logros obtenidos por las reformas estructurales.
Pues
resulta que precisamente durante el proceso, los legisladores decidieron
también incluir a los empresarios en la ley y propusieron agregarle un párrafo
en el cual las personas físicas y morales que hacen negocio con el gobierno
también deberían ser objeto de
vigilancia y de obligaciones.
En
ese momento, la iniciativa privada en su conjunto comenzó a protestar, al grado
de que por primera vez en la historia salieron del clóset y tomaron la calle. Por eso, miembros de la confederación
patronal de la república Mexicana, la famosa Coparmex, se apostaron ayer en el
Ángel de la Independencia para exigir que los legisladores aprobaran la ley
anticorrupción para los funcionarios, pero no para ellos.
Esta
doble moral, que recuerda el dicho Hágase la justicia en los bueyes de mi
compadre, es precisamente la que encubre los principales hechos de corrupción que
se han presentado en lo que va de este sexenio.
Es
decir que funcionarios públicos, priistas y empresarios están de acuerdo con
una ley anticorrupción, pero siempre y cuando a ellos no se les toque ni con el
pétalo de una lupa.
Precisamente
los oscuros intereses del empresariado, aunados a los del Partido revolucionario
Institucional y del Partido Verde Ecologista, son los que encubren, por ejemplo
las casotas o casas blancas y los contratos de Grupo Higa de Armando Hinojosa o
el escándalo de corrupción de la empresa española OHL.
Como
sea, anoche fue aprobada con 228 votos en contra y 209 a favor, la nueva Ley de Responsabilidades Administrativas, en
su versión comedia o farsa, para que todo cambie pero que todo siga igual. Como
dice el filósofo del metro: nuevamente la reversa también es un cambio.
*Comentario para Radio Educación/ 17 de junio de 2014
0 Comments:
Post a Comment
<< Home