El filósofo del metro dice
Eramos muchos y
parió trillizos
la bisabuela
Tratados comerciales y
desastre agropecuario
Roberto Fuentes Vivar*
Esta semana, concretamente el domingo, apareció en su casa de Guasavito, Sinaloa, el cadáver del productor agropecuario Joel Isabel Cervantes Valenzuela, de 34 años. El agricultor se suicidó luego de la pérdida de sus cultivos y es la primera víctima del desastre agropecuario que vivimos.
Ya hoy Felipe Calderón y miembros de su gabinete estuvieron en ese estado y calcularon las pérdidas por el frío en alrededor de tres mil millones de dólares, además de 300 mil empleos también perdidos. Se trata, según el secretario de Desarrollo Social, Heriberto Félix, del mayor desastre agrícola, económico y social en su historia a causa de las bajas temperaturas.
Para dar una idea del caos alimentario que está por venir, valga un dato: de los cinco millones de toneladas que cada año entrega Sinaloa al mercado nacional de maíz, este año sólo aportará un millón, lo que significa que México tendrán que importar alrededor de 14 millones de toneladas de este grano básico para la alimentación, pero a los precios más altos de la historia.
Hay que señalar que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura, detectó que en enero se presentaron los precios internacionales de los alimentos más altos de la historia mundial, debido principalmente a la especulación internacional.
Sinaloa aporta 38 por ciento de la producción nacional de maíz, además de que participa fuertemente en alimentar los mexicanos, a través de frijol, papa, hortalizas y es un fuerte generador de divisas a través de la exportación e alimentos como el jitomate.
El caso de Sinaloa no es aislado y hay otras entidades que en los próximos días van a ser evaluados para conocer la magnitud de sus pérdidas agropecuarias.
El problema general es que en México no existe una política de estado para garantizar la soberanía alimentaria. La tesis con que se manejaron los acuerdos comerciales como el de Estados Unidos y Canadá fue que era mejor importar granos para producir cultivos más rentables.
Esa política demostró su obsolescencia cuando a principios de 2008 México amaneció sin maíz y con la urgencia de importarlo para evitar una catástrofe social y económica. Incluso fue necesaria una especie de pacto para mantener la paz social.
Hoy, nuevamente el gobierno federal, a través de la Secretaría de Economía, de Bruno Ferrari se aferra a firmar nuevos acuerdos comerciales, concretamente con Brasil, Colombia y Perú. Lo interesante es que, ahora sí, existe una oposición total por parte de los productores y probablemente la firma de esos tratados tenga que posponerse.
Durante esta semana, el Senado de la República escuchó las voces de las organizaciones campesinas y empresariales –como el Consejo nacional Agropecuario que agrupa a empresas como Maseca o Bimbo- que explicaron a detalle su oposición a nuevos acuerdos, entre otras cosas porque podrían revivir plagas ya erradicadas como la fiebre aftosa o la mosca del mediterráneo.
De hecho, ya algunas organizaciones campesinas han programado megamarchas y tomas de las calles de la capital del país para exigir un viraje en la política económica agropecuaria.
Lamentablemente, algunos funcionarios públicos como Bruno Ferrari, dominados por la falta de sensibilidad política y de nacionalismo, insisten en profundizar un esquema agropecuario que solo beneficia a la especulación internacional y que conlleva a crisis sociales y económicas como la que se verá en los próximos días por el encarecimiento de los alimentos. Como dice el filósofo del metro, éramos muchos y la abuela parió trillizos.
*Comentario para Radio Educación/11 de febrero de 2011
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