El filósofo del metro dice
El estado de terror
¿terrorismo de estado?
Los mexicanos vivimos el terror
por violencia y alzas de precios
Roberto Fuentes Vivar*
Los mexicanos vamos a terminar este año sumidos en el terror. El terror que representa escuchar las noticias que informan de muertes, muertes y más muertes. El terror que se avecina porque seguramente conforme se acerquen las elecciones presidenciales habrá nuevos escándalos. Y el terror que significa ver que cada vez que vamos a la tienda hay nuevos aumentos de precios.
Esta semana, las primeras planas de los diarios, la mayor parte de los noticieros televisivos y las principales noticias radiofónicas se refirieron a la violencia, a las pugnas entre grupos de narcotraficantes y a la confirmación de que han sido ajusticiados o simplemente asesinados más de 30 mil mexicanos.
El más reciente episodio de la narconovela basada en la narcorealidad o del reality show de la violencia es lo que sucede en Michoacán en donde el gobierno federal prácticamente ha eliminado a los poderes locales, porque según su real y sabio entender, el gobierno local es débil y carece de institucionalidad para combatir al narcotráfico.
Ya no sabe uno cuál es el verdadero narcótico, si el que distribuyen los narcotraficantes o el que sale en los medios privados de comunicación masiva, porque lo que salta a todas luces es que hay una intención de Los Pinos por desacreditar los poderes en Michoacán para lograr que en las próximas elecciones estatales la gobernadora salga de las filas del PAN y tenga como apellidos Calderón e Hinojosa.
El caso es que, si lo viera uno desde fuera, podría pensarse que diferentes grupos se pelean la plaza, no sólo desde el punto de vista del narcotráfico, sino hasta políticamente y se usa la información como un elemento estratégico.
Pero mientras estos grupos de poder se pelean el ídem y utilizan a los medios como narcótico, por abajo del agua se registran aumentos de precios que causan terror entre la población, pues el sueldo no alcanza para llenar los bolsillos, cuando ya se vaciaron.
Vivimos el guadalupazo, cuando el 12 de diciembre, los molineros anunciaron un aumento del 50 por ciento en el kilo de tortilla, lo que vino a tapar el otro aumento de ese día a todos los combustibles.
Claro que, por supuesta mediación de las autoridades, los molineros dieron, supuestamente, marcha atrás, porque los verdaderos tornilleros sí aumentaron el kilogramo y en muchos expendios se vende ya a 12 pesos.
La versión de las autoridades, basada más en la demagogia que en las leyes, es que clausurarían las tortillerías que aumentaran el precio ¿Será? ¿Bajo cuál ley si se supone que el precio es libre y sólo pueden sancionar otro tipo de prácticas pero no subir un precio? En fin, demagogia pura.
Para los fumadores, esta semana nos encontramos con la noticia de que en los estanquillos, es decir en la tienda de la esquina, la cajetilla ya había subido desde un diez hasta un 30 por ciento, pues nadie sabe realmente cuánto cuestan y además se espera el aumento a partir de enero cuando entre en vigor el nuevo impuesto.
Habrá que esperar a los próximos días, pero seguramente el jitomate se cotizará hasta en 50 pesos, la cebolla subirá, el aguacate no se diga y hasta la leche ya subió aunque no nos dimos cuenta, mientras un bolillo cuesta ya uno cincuenta o dos pesos y nadie sabe nada.
En síntesis, lo único real es que terminaremos el año en una incertidumbre que genera terror y para usted que me está escuchando ¿cuál que es más grave el terror por la violencia, el terror por el aumento de precios o el terror por toda la guerra sucia que vendrá conforme se acerquen las elecciones del 2012 o el que vendrá el año entrante por los impuestos? Como dice el filósofo del metro: el estado de terror también podría ser terrorismo de estado.
*Comentario para Radio Educación/17 de diciembre de 2010
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