El filósofo del metro dice:
El verdadero
desastre
es la avaricia
Los desastres naturales
no son tan naturales
Roberto Fuentes Vivar*
Esta semana los principales actores de las noticias
han sido los llamados desastres naturales. Lo primero que pasa cuando ocurren
desgracias como las que ocasionaron los fenómenos meteorológicos Manuel e Ingrid,
es mover la sociedad hacia la solidaridad, como sucedió hace 28 años cuando se
registró el sismo, cuyo recuerdo imborrable fue rememorado ayer.
Después de la solidaridad, viene el recuento de los
daños y más tarde la reconstrucción. Sin embargo pocas veces nos detenemos a
pensar ¿por qué ocurren este tipo de desgracias? En este caso, lo que inmediatamente viene a la
mente son los desastres naturales y vale la pena preguntarnos ¿son realmente naturales
os desastres naturales?
Ayer nada menos el premio Nobel mexicano, Mario
Molina decía que no. Que no son naturales estos desastres. En un seminario
sobre migración y cambio climático, señalaba que lo que pasa en el planeta es
un problema complejo y que las lluvias que se han registrado en México son
efecto de un cambio en la temperatura de la superficie de la tierra, en
concreto del cambio climático.
Otra de las reacciones cuando ocurren desgracias
como las actuales, es que inmediatamente la sociedad busca culpables y, en este
caso, la culpable, a secas fue la naturaleza que se ensañó contra México a
través de dos frentes. Uno por el Océano Pacífico, Manuel, y otro por el golfo
de México, Ingrid.
En este sentido, pareciera que el cambio climático
de repente apareció y ya está ahí haciéndonos a todos la vida imposible. Pero
realmente fue natural la creación de este cambio. Definitivamente no.
Una de las voces más interesantes que en la década
de los ochentas del siglo pasado creo el concepto de sustentabilidad, fue Gro
Harlem Brundtland, quien fue funcionaria de primer nivel en la ONU en las áreas
de medio ambiente y de salud.
La especialista nórdica, desde aquel entonces,
señalaba a la economía como causa del deterioro ambiental, antes de que llamara
cambio climático y concretamente explicaba que los países en desarrollo
sobreexplotaron sus recursos para poder pagar la deuda externa.
Es decir que ahí está el verdadero culpable de lo
que llamamos ahora desastres naturales: la deuda externa y la ambición de los
bancos y los grupos financieros mundiales que exprimieron a los países pobres
en lo que se llamó la década pérdida.
Dentro de la búsqueda de culpables, también existen
una serie de personajes e instituciones nacionales que tienen que ver con el
recuento de los daños que dejaron Ingrid y Manuel.
Por ejemplo, hoy salía en el diario Reforma. Como noticia
principal, la cloaca que representó la construcción de la llamada autopista del
Sol. Una carretera mal construida, mal planificada, hecha con malos materiales
y para colmo mal supervisada. Tan sólo hace unos seis años, el entonces
secretario de comunicaciones y transportes y actual presidente de la bolsa
Mexicana de Valores, Luis Téllez Kuenzler, daba fe de las mejoras y decía que
era una autopista de clase mundial. Su subsecretario Manuel Rodríguez también alababa
las obras. Hoyes director general de una de las principales constructoras
nacionales.
Así como es hay muchos casos. La zona más afectada
de Acapulco fue la zona diamante, que fue negocio del panista diego Fernández
de Cevallos y de decenas de cadenas hoteleras internacionales que construyeron
en donde no debían. Cerca de ahí cientos de casas construidas por empresas
vivienderas hoy están destruidas porque la ambición de los constructores y la
corrupción permitieron que se construyeran en donde la tierra no era apta. En
fin, detrás de los desastres naturales está la ambición. Como dice el filósofo
del metro: el verdadero desastre es la avaricia.
*Comentario para Radio Educación/20 de septiembre de 2013
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