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Friday, September 20, 2013

El filósofo del metro dice:

El verdadero 
desastre
es la avaricia

Los desastres naturales 
no son tan naturales

Roberto Fuentes Vivar*

Esta semana los principales actores de las noticias han sido los llamados desastres naturales. Lo primero que pasa cuando ocurren desgracias como las que ocasionaron los fenómenos meteorológicos Manuel e Ingrid, es mover la sociedad hacia la solidaridad, como sucedió hace 28 años cuando se registró el sismo, cuyo recuerdo imborrable fue rememorado ayer.
Después de la solidaridad, viene el recuento de los daños y más tarde la reconstrucción. Sin embargo pocas veces nos detenemos a pensar ¿por qué ocurren este tipo de desgracias?  En este caso, lo que inmediatamente viene a la mente son los desastres naturales y vale la pena preguntarnos ¿son realmente naturales os desastres naturales?
Ayer nada menos el premio Nobel mexicano, Mario Molina decía que no. Que no son naturales estos desastres. En un seminario sobre migración y cambio climático, señalaba que lo que pasa en el planeta es un problema complejo y que las lluvias que se han registrado en México son efecto de un cambio en la temperatura de la superficie de la tierra, en concreto del cambio climático.
Otra de las reacciones cuando ocurren desgracias como las actuales, es que inmediatamente la sociedad busca culpables y, en este caso, la culpable, a secas fue la naturaleza que se ensañó contra México a través de dos frentes. Uno por el Océano Pacífico, Manuel, y otro por el golfo de México, Ingrid.
En este sentido, pareciera que el cambio climático de repente apareció y ya está ahí haciéndonos a todos la vida imposible. Pero realmente fue natural la creación de este cambio. Definitivamente no.
Una de las voces más interesantes que en la década de los ochentas del siglo pasado creo el concepto de sustentabilidad, fue Gro Harlem Brundtland, quien fue funcionaria de primer nivel en la ONU en las áreas de medio ambiente y de salud.
La especialista nórdica, desde aquel entonces, señalaba a la economía como causa del deterioro ambiental, antes de que llamara cambio climático y concretamente explicaba que los países en desarrollo sobreexplotaron sus recursos para poder pagar la deuda externa.
Es decir que ahí está el verdadero culpable de lo que llamamos ahora desastres naturales: la deuda externa y la ambición de los bancos y los grupos financieros mundiales que exprimieron a los países pobres en lo que se llamó la década pérdida.
Dentro de la búsqueda de culpables, también existen una serie de personajes e instituciones nacionales que tienen que ver con el recuento de los daños que dejaron Ingrid y Manuel.
Por ejemplo, hoy salía en el diario Reforma. Como noticia principal, la cloaca que representó la construcción de la llamada autopista del Sol. Una carretera mal construida, mal planificada, hecha con malos materiales y para colmo mal supervisada. Tan sólo hace unos seis años, el entonces secretario de comunicaciones y transportes y actual presidente de la bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez Kuenzler, daba fe de las mejoras y decía que era una autopista de clase mundial. Su subsecretario Manuel Rodríguez también alababa las obras. Hoyes director general de una de las principales constructoras nacionales.

Así como es hay muchos casos. La zona más afectada de Acapulco fue la zona diamante, que fue negocio del panista diego Fernández de Cevallos y de decenas de cadenas hoteleras internacionales que construyeron en donde no debían. Cerca de ahí cientos de casas construidas por empresas vivienderas hoy están destruidas porque la ambición de los constructores y la corrupción permitieron que se construyeran en donde la tierra no era apta. En fin, detrás de los desastres naturales está la ambición. Como dice el filósofo del metro: el verdadero desastre es la avaricia.
*Comentario para Radio Educación/20 de septiembre de 2013

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