El filósofo del metro dice:
La clase empresarial
no tiene clase;
la clase media
no tiene medios;
y la clase trabajadora
no tiene trabajo.
Un día del trabajo en el que
los obreros quedaron mudos
Roberto Fuentes Vivar*
Hoy es el día del trabajo y por primera vez en la
historia no hay manifestaciones en las calles.
Las grandes concentraciones de París, Berlín, Roma o
Barcelona, en Europa, de Detroit, Chicago o los Angeles, en Estados Unidos, o
de las grandes capitales de América Latina no existen.
Un microorganismo, llamado Covid 19 o Cornavirus las
mató.
Es un primero de mayo virtual, en el que las
consignas para defender a los trabajadores circulan en las redes sociales.
Los manifiestos se pasean por Facebook, WhatsApp,
twitter.
Y es el día del trabajo en el que el sector laboral
en todo el mundo se encuentra más desarticulado que nunca.
Los sindicatos, las
uniones, las centrales de trabajadores están mudas, en uno de los peores
momentos de la historia de la lucha obrera, cuando a nivel mundial existen
cálculos de la Organización Internacional del Trabajo de que casi 200 millones
de trabajadores perderán su empleo por el Coronavirus.
El movimiento obrero internacional está desarmado,
sin una voz que levantar ante las arbitrariedades patronales.
Y aquí en México, vivimos un primero de mayo en el
que la nueva reforma laboral aún no termina de consolidarse y probablemente no
lo haga nunca tras las consecuencias que dejará a la economía una epidemia que
ha tomado al mundo obrero por sorpresa.
Estamos en el primer día del trabajo en el que Óscar
Chavez no está vivo para acompañar a los sindicatos en sus luchas.
En el que al menos dos nuevas confederaciones intentan
aglutinar trabajadores bajo los recientemente aprobados esquemas laborales,
pero cuyos dirigentes son ampliamente cuestionados: Napoleón Gómez Urrutia y
Pedro Haces. En el que algunos sindicatos independientes buscan fortalecer su
Nueva Central de Trabajadores, mientras que las viejas centrales afiliadas al
Partido Revolucionario Institucional, como la CTM, aún no terminan de morir y
siguen manejando su fuerza a través de alianzas con el sector patronal.
Estamos en un primero de mayo en el cual cientos de
miles de trabajadores son obligados a laborar en condiciones de extrema
fragilidad, expuestos a la violencia, como los médicos y las enfermeras que son
agredidos por personajes dominados por la ignorancia.
Como los periodistas que sin ningún apoyo ni
protección son enviados a las calles ante el temor cotidiano de ser contagiados
por el virus o agredidos por intereses inconfesables de políticos, grupos de
poder o miembros del crimen organizado.
Como los trabajadores de Ricardo Salinas Pliego que
para satisfacer su avaricia no le importa poner en riesgo la vida de sus empleados.
Como los trabajadores de las maquiladoras que son
obligados a acudir a las plantas, bajo amenazas y en ocasiones hasta casi
encadenados a sus centros de labor.
En México, estamos ante un sector laboral,
destruido, víctima de tres desastres: el que dejaron las anteriores
administraciones cuando se crearon condiciones para una sobreexplotación que ocasionó
varios récords mundiales como el de ostentar uno los primeros lugares del mundo
en bajos salarios.
Un segundo desastre, el del mercado laboral destruido
con una economía informal que representa prácticamente una de cada dos fuentes
de empleo en algunos sectores.
El tercero es el actual, el inmediato, en el que
nadie sabe si mañana, cuando termine el confinamiento tendrá empleo. Si formará
parte de los trabajadores despedidos por el Coronavirus y tendrá que engrosar
las filas de la informalidad.
Los cálculos de la propia Organización Internacional
del Trabajo indican que en nuestro país siete millones de mexicanos perderán el
empleo. ¿Cuántos de ellos tendrán que incorporarse al sector productivo con
salarios más bajos que las que tenían? ¿Cuántos ingresarán al trabajo informal?
¿Cuántos perderán las prestaciones de las que gozaban? ¿Cuántos se incorporarán
como trabajadores independientes? ¿Cuántos trabajadores sindicalizados habrá
después de esta pandemia? Nadie lo sabe. Son preguntas sin respuesta
Estamos en un primero de mayo en un escenario en el
que nadie se atrevía a pensar que un microorganismo podría destrozar el mercado
de trabajo.
En un primero de mayo en el que las calles están desiertas,
ausentes de consignas y reivindicaciones laborales. Es un día del trabajo
virtual, en el cual los obreros tuvieron que callar la voz que durante años les
dio la unidad.
En un primero de mayo de incertidumbre, de nostalgia
por la marcha, la manifestación, el grito.
Es un primero de mayo insólito, que los mártires de
Chicago nunca se atrevieron a pronosticar.
Es el primero de mayo de 2020 y los grupos
empresariales siguen insistiendo en que el Gobierno los beneficie por sus
supuestas pérdidas por la contingencia sanitaria, sin importarles las
condiciones de sus trabajadores.
Es el día del trabajo en medio de la crisis del
coronavirus y el filósofo del metro recuerda una frase: la clase empresarial no
tiene clase, la clase media no tiene medios y la clase trabajadora no tiene
trabajo.
*Comentario para Radio educación/ 1 de mayo de 2020
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