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Friday, December 17, 2010

El filósofo del metro dice

El estado de terror
¿terrorismo de estado?


Los mexicanos vivimos el terror
por violencia y alzas de precios


Roberto Fuentes Vivar*

Los mexicanos vamos a terminar este año sumidos en el terror. El terror que representa escuchar las noticias que informan de muertes, muertes y más muertes. El terror que se avecina porque seguramente conforme se acerquen las elecciones presidenciales habrá nuevos escándalos. Y el terror que significa ver que cada vez que vamos a la tienda hay nuevos aumentos de precios.
Esta semana, las primeras planas de los diarios, la mayor parte de los noticieros televisivos y las principales noticias radiofónicas se refirieron a la violencia, a las pugnas entre grupos de narcotraficantes y a la confirmación de que han sido ajusticiados o simplemente asesinados más de 30 mil mexicanos.
El más reciente episodio de la narconovela basada en la narcorealidad o del reality show de la violencia es lo que sucede en Michoacán en donde el gobierno federal prácticamente ha eliminado a los poderes locales, porque según su real y sabio entender, el gobierno local es débil y carece de institucionalidad para combatir al narcotráfico.
Ya no sabe uno cuál es el verdadero narcótico, si el que distribuyen los narcotraficantes o el que sale en los medios privados de comunicación masiva, porque lo que salta a todas luces es que hay una intención de Los Pinos por desacreditar los poderes en Michoacán para lograr que en las próximas elecciones estatales la gobernadora salga de las filas del PAN y tenga como apellidos Calderón e Hinojosa.
El caso es que, si lo viera uno desde fuera, podría pensarse que diferentes grupos se pelean la plaza, no sólo desde el punto de vista del narcotráfico, sino hasta políticamente y se usa la información como un elemento estratégico.
Pero mientras estos grupos de poder se pelean el ídem y utilizan a los medios como narcótico, por abajo del agua se registran aumentos de precios que causan terror entre la población, pues el sueldo no alcanza para llenar los bolsillos, cuando ya se vaciaron.
Vivimos el guadalupazo, cuando el 12 de diciembre, los molineros anunciaron un aumento del 50 por ciento en el kilo de tortilla, lo que vino a tapar el otro aumento de ese día a todos los combustibles.
Claro que, por supuesta mediación de las autoridades, los molineros dieron, supuestamente, marcha atrás, porque los verdaderos tornilleros sí aumentaron el kilogramo y en muchos expendios se vende ya a 12 pesos.
La versión de las autoridades, basada más en la demagogia que en las leyes, es que clausurarían las tortillerías que aumentaran el precio ¿Será? ¿Bajo cuál ley si se supone que el precio es libre y sólo pueden sancionar otro tipo de prácticas pero no subir un precio? En fin, demagogia pura.
Para los fumadores, esta semana nos encontramos con la noticia de que en los estanquillos, es decir en la tienda de la esquina, la cajetilla ya había subido desde un diez hasta un 30 por ciento, pues nadie sabe realmente cuánto cuestan y además se espera el aumento a partir de enero cuando entre en vigor el nuevo impuesto.
Habrá que esperar a los próximos días, pero seguramente el jitomate se cotizará hasta en 50 pesos, la cebolla subirá, el aguacate no se diga y hasta la leche ya subió aunque no nos dimos cuenta, mientras un bolillo cuesta ya uno cincuenta o dos pesos y nadie sabe nada.
En síntesis, lo único real es que terminaremos el año en una incertidumbre que genera terror y para usted que me está escuchando ¿cuál que es más grave el terror por la violencia, el terror por el aumento de precios o el terror por toda la guerra sucia que vendrá conforme se acerquen las elecciones del 2012 o el que vendrá el año entrante por los impuestos? Como dice el filósofo del metro: el estado de terror también podría ser terrorismo de estado.

*Comentario para Radio Educación/17 de diciembre de 2010

Friday, December 10, 2010

El filósofo del metro dice

Los victimarios
se toman la foto:
el mundo se hunde


La COP 16 con acuerdos limitados


Roberto Fuentes Vivar*

Esta tarde se clausura la Cumbre de Cancún, la COP 16 o la décimo sexta Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático, en la que ministros o jefes de estado de 194 países supuestamente negociaron la forma en que pueden reducirse las emisiones contaminantes al medio ambiente.
Los resultados que se anunciarán serán limitados y seguramente habrá loas a los esfuerzos realizados por los delegados. Pero como en todas las conferencias de este tipo, el mundo se divide en dos: una parte, la de los pobres, que exigen mayores compromisos de los ricos y la de los desarrollados que se niegan a hacer concesiones.
Fuera de toda la diplomacia que se escuchó a lo largo de dos semanas, hay una realidad que está escondida en la urdimbre misma del asunto ¿quiénes son los responsables de detener el deterioro del medio ambiente?
La respuesta es que el sistema en que vivimos no permite sentar en el banquillo de los acusados a los verdaderos culpables y en este sentido vale la pena mencionar que las responsables del caos climático, fueron las empresas, sobre todo las grandes trasnnacionales que en aras de tener mayor competitividad, durante todo el siglo 20 depredaron la tierra.
Fueron ellas las que se acabaron el Amazonas, ellas las que causaron el deterioro de los Montes Azules en Chiapas, ellas las que causaron graves problemas ecológicos en Asia y ellas las que modificaron muchos de los sistemas ecológicos de Africa o las que provocaron el agujero en la capa de ozono.
Ahora, en esta COP 16, las empresas acudieron a Cancún a mostrar su sensibilidad, su preocupación, y movilizaron a sus agencias de relaciones públicas para exponer lo que hacen particularmente cada una de ellas en beneficio del ambiente.
Por ahí desfilaron Coca-cola, General Motors, Cargill y nada más faltó que British Petroleum acudiera a hablar de ecología cuando aún no ha solucionado completamente el derrame petrolero en el Golfo de México.
La culpabilidad y responsabilidad de las empresas no la digo yo, nada más porque se me ocurra: hay dos elementos en los que me basó. Uno, la deuda social que las trasnacionales y los países desarrollados deben pagar, de acuerdo con la propia Organización de las Naciones Unidas, porque las naciones subdesarrolladas tuvieron que malbaratar sus recursos –adquiridos como ganga por las trasnacionales- para pagar su deuda externa en las crisis de la segunda mitad del siglo pasado.
Otro elemento en que me baso es una encuesta realizada por el Grupo de la Riva y cuyos resultados fueron dados a conocer hace unos días. Menciono tres datos. El primero es que el 90 por ciento de los mexicanos considera que las empresas y las compañías asociadas a los gobiernos son las que tienen más responsabilidad en el deterioro ambiental. Incluso más de la mitad considera que son las empresas las únicas responsables.
Un dato más de esta encuesta es que la mitad de los niños piensa que los productos que se anuncian como verdes son un engaño publicitario y un tercero es que el 70 por ciento de los mexicanos no está dispuesto a pagar por un producto verde si no se conoce cuál es el beneficio ambiental que realiza la empresa que lo fabrica.
En síntesis, ni la extensión del protocolo de Kioto, ni los esfuerzos diplomáticos van a tener éxito si no se toman en cuenta a las empresas que son las que originaron el efecto invernadero y si no se modifica el capitalismo salvaje en el que una transnacional puede degradar el medio ambiente en aras de su competitividad. Como dice el filósofo del metro: Los victimarios retratan sus golpes pecho con flashes de carbón activado.
*Comentario para Radio Educación/10 de diciembre de 2010

 
EL SENDERO DEL PEJE senderodelpeje.comNoticias sobre Andrés Manuel López Obrador y la política mexicana hacia el 2006