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Thursday, September 21, 2006

Fábulas de Gelipe I

El Código Secreto:
de cómo los niños
aprendieron que
2 más 2 son cinco

Roberto Fuentes Vivar

Vicentito, el Niño Felipe y Martita cantaban, agarraditos de la mano, “dos y dos son cuatro/ cuatro y dos son seis/ Seis y dos son ocho/ y ocho diez y seis”, cuando de repente pasó por la cuadra el Niño Robertito:
-Pero cómo es que cantan eso, esas canciones son populistas, premodernas, de emisarios del pasado, de los enanos del tapanco- les dijo.
-Orale, que te traes conmigo- saltó inmediatamente el niño Carlitos, quien con su escopeta de municiones recortada estaba agazapado detrás de un arbol para ver a quién le podía disparar-. Ya me descubriste.
-No- dijo Robertito- No me refería a ti, sino a los enanos del tapanco, esos que mencionaba Pepito el de la otra cuadra hace un tiempo. Tú eres mi amigo.
-Más te vale-, dijo Carlitos apuntándole con su fusil de municiones.
-Lo que pasa –dijo Robertito- es que estos niños están en la prehistoria, creen que dos y dos son cuatro. A ver si ya los sacas de su error y les enseñas el Código secreto, porque de plano hasta parecen populistas de la colopnia Educación.
-No sería mala idea que les demos unas clases, para que dejen de vivir en el error. ¿Te acuerdas que yo te enseñé a contar, antes de que hicieras la rifa esa en la que nadie se sacó el premio?.
-¡Claro! Con el Código Secreto, no sólo nadie se sacó el premio y conseguí dinero para comprar mi patineta, sino que hasta todavía los niños de la otra cuadra me deben dinero-, dijo Robertito, mientras le chiflaba a una niña de trenzas rubias que pasaba por ahí.
-El caso es que hay que enseñarles el código para que entren a la modernidad- le propuso Carlitos y agregó-: Hay que avisarle a Elbita, la maestra, para venga a darles unas clases.
-Sería lo más sano para la economía de la cuadra y sobre todo para mantener la estabilidad- sentenció Robertito.
-Ya hasta hablas como yo ¿Qué te parece si mientras planeamos las clases nos echamos una de esas cosas que toma Vicentito para sus nervios. Dicen que están chidas, mejores que los cigarros de mi hermano Raúl.
-No –salto Vicentito- Yo no les doy de mis dulces Prozac- dijo, mientras que ponía sus manos en los bolsillos delanteros como impidiéndoles el paso a sus pertenencias-. Sobre mi cadáver.
-Andale, Vicentito- le insistió Martita-, si esos dulces están bien chidos.
-¿Cómo que chidos? –respondió Vicentito- esas no son palabras de una niña buena como tú. Mejor dí que son saludables, o que ayudan al bienestar del cuerpo, o cualquier otra cosa más de tu nivel, pero no me salgas con que están bien chidos-
-Eso –dijo Martita- ayudan al bienestar del cuerpo y hasta habla uno así como si se le revolviera la lengua, como si comieras alkaselstsers-.
Carlitos intervino amagando con su escopeta a Vicentito:
-Suéltalas-, le exigió.
-Ya así nos llevamos- le respondió Vicentito- Yo nada más con el padr....
-Digo que sueltes las golosinas, las prozac.
-Yo también quiero probarlas. Yo también. Yo también- gritaba, saltando, el niño Felipe, quien ya se había tomado varios dulces envinados y una vasito de rompope antes de salir de su casa.
-Bueno- accedió Vicentito-, pero nada más una.
Después de haberse tomado las pastillas para los nervios, los niños planearon las clases de matemáticas.
Colocaron sillas en la banqueta, un pizarrón y hasta una aparato de DVD para que las clases fueran hiperactivas, retroactivas y audiovisuales. Todo con modernidad, como debe ser.
La maestra Elbita fue la primera en llegar. Traía sus libros y sus apuntes.
-Este Código Secreto -les dijo- me lo enseño mi maestro, el maestro longitud, quien como Jesucrito logró la multiplicación de los panes- ¿ose dirá de los príes?, se quedó pensando
-Entonces, definitivamente dos más dos no son cuatro- preguntó el Niño Felipe sorprendido.
-No, esas son cosas del pasado que nadie quiere que regrese. Del pasado peligroso, del pasado populista. Nosotros estamos en la modernidad- les dijo el mago luisito, quien se había convertido en el alumno más avanzado de la maestra Elbita.
-Pero entonces ¿cuantos son dos y dos?- preguntó insistente el niño Felipe.
-Pueden ser cinco, pueden ser seis, pueden ser tres, pueden ser cero. Todo depende- les dijo Luisito, con voz misteriosa, haciendo gala del estilo de suspenso que habìa aprendido como mago-, pero qué les parece si vemos un video en donde se explica todo esto.
De detrás de coche salió un niño al parecer desconocido para todos excepto para el Niño felipe, pues era el novio de su hermana.
-Pero te peinas, cuñao- le dijo el niño Felipe al reconocerlo.
Hildebrandito buscó un cable de luz, puso un diablito y a los pocos minutos ya estaba conectada una televisión, un DVD y hasta una computadora, ante el ¡¡¡Ahhh!!! colectivo de los niños que esperaban la lección.
-Lo primero que vamos a ver- dijo la maestra elbita, que cargaba en sus brazos un muñequito chucky de plástico, muy moderno- es este video- y le dirigió un signo de aprobación a hildebrandito y al mago Luisito.
De la televisión salió una imagen que mostraba a Andrés Soler, repartiendo un dinero con otros tres personajes. Mientras decía “Pa mi, pa tú, pa mi, pa tú”, el personaje distribuía el dinero equitativamente. Cada vez que entregaba una parte a uno de sus compañeros, él recibía una parte. Así al terminar la primera ronda, el tenía cuatro partes y los tres tenían una cada una. “Ya ven, cuando todo es justo, todos estamos a gusto”, les dijo a sus compañeros.
-Ese sí sabe- dijo Carlitos, quien ya había visto varias veces el video.
El Niño Felipe seguía pensativo, como si el video no le hubiera aportado todos los conocimientos que necesitaba para hacer sus cuentas al estilo posmoderno.
Elbita les dijo que si no tenían dudas iban a pasar a otros ejemplos para conocer el Código Secreto de las cuentas modernas, pero Martita levantó la mano:
-Yo sí tengo dudas, quiero saber quién ese tipo tan guapo que sale con el viejito en la película.
-Es Pedro Infante, pero eso no tiene nada que ver con las clases- le contestó Elbita cortante.
-Ayy, es que está tan guapo que hasta se parece a mi Vicente-, dijo Martita.
-¿A mí? ¿Cómo crees? Si ese premoderno y de plano peludito como los niños de la otra cuadra- saltó Vicentito, sacando de sus botas una dosis adicional de prozac que guardaba para casos extremos.
-Bueno, ya está bien de cháchara, hasta pareces chachalacas-, dijo Elbita.
-¿Tú también, Elba- dijo Vicentito sacando la punta de lengua en cada palabra como para mojarse los labios.
-Pues es que no se están calladitos, como niños buenos. Deberían de aprender a Felipito que agarra muy bien la onda de las clases.
-Dale con el albur, maestra, No joda- respondió el Niño Felipe-, mejor ya ni siga parada, siéntese y siga con las clases-
-Pues sí me voy a sentar, pero si ponen atención. Todos. ¡Todos!, ¿me oíste Martita?-, dijo la maestra con su chucky en brazos.
-Ya me voy a callar se lo prometo-, dijo Martita.
-El caso es que para aprender a sumar hay que estar muy conscientes de que se trata de una operación muy seria. Por eso Robertito les va a platicar cómo se pueden sumar dos más dos-, les dijo Elbita a todos y luego se dirigió a Martita, junto a quien estaba sentada, para hacerle una pregunta casi en susurro-: ¿a poco no esta reteguapo este Robertito. No como el otro Roberto, el que vive en la otra cuadra y todo el tiempo se la pasa diciéndome cosas.
-La verdad es que un poco finito para mi gusto. A mi gustan más así, grandotes, fuertotes, como se hubieran tomado su choco milk, como Vicentito-, le respondió Martita.
El niño Robertito ya se había colocado junto al pizarrón y comenzó a platicar cómo había conseguido juntar para su patineta, su bicicleta, sus vacaciones... y todavía le debían dinero.
-Fíjense que hace tiempo, después de que aprendí a sumar a la manera posmoderna, cuando conocí el Código Secreto, y después de que conocí a Yoryi...-, comenzó Roberto pero fue interrumpido por el Niño Felipe.
-A poco Yoryi también sabe sumar con éste método- preguntó.
-Pues claro ¿de dónde crees que sale el dinero para sus chocolates envinados?. Además fue su papá el que lo descubrió- le explicó con tono catedrático Robertito.
-Aaahhhh-, suspiró Felipillo.
-En fin, fíjense que hace unos meses, quizá ustedes se acuerden, dije que iba a hacer una rifa. Y entonces les propuse a los niños de la otra cuadra que si compraban un boleto de dos pesos, yo les prestaba para otro boleto de dos pesos y así tenían más posibilidades de ganar.
-Ahí está, dos más dos son cuatro ¿no?- dijo el Niño Felipe como desenmascarando a su maestro y mientras se acomodaba los lentes de Niño Scribe.
-No Felipito, agarra la onda, siéntate y espera a que acabe para hacer las preguntas- lo regañó Robertito.
-No se vale, ese albur es doble. Así no juego-, respondió el Niño Felipe, sentándose y guardando silencio.
-El caso es que el día de la rifa nadie se sacó el premio. Dieguito dio fe de que todo estaba bien, pero la suerte no los favoreció. Ni modo- dijo Robertito y agregó-: Así fue como dos más se convirtieron en 4 mil y además me deben otros ocho mil que me van pagando los niños de la cuadra cada vez que pueden.
-La verdad todavía no entiendo- dijo el Niño Felipe- para mí dos más dos cuatro.
-La verdad –le dijo Vicentito- es que eres re bruto Felipe, pero ni modo, ya te caerá el veinte.
-Pero si está clarísimo –dijo Martita suspirando al ver al Niño Robertito y añadió:- Con ese código secreto mis hijos y mis nietos van a ser ricos.
-Es muy sencillo- intervino el Mago luisito- cuando tú cuentas, puedes decir que dos más dos son cinco para mí y tres para ti.
-¿Cómo?- preguntó Felipillo- ¿porque si dos más son cinco para ti, van a ser tres para mí?.
-No Felipito, no mames, porque vales pito. Uuyy hasta me salió en verso- dijo Robertito y agregó:- Tienes que entender que son cinco para mí, tres para ti. Repítelo.
-Cinco para ti, tres para mí- repitió el Niño Felipe.
-Si serás güey. Pareces peludito de los que viven en las barrancas de aquí a la vuelta. Entiende: cinco para mí, tres para ti-, insistió Robertito, ya medio desesperado porque el niño Felipe, con sus pantaloncitos cortos y su camisita con encajes, como de marinerito, de plano no entendía no jota.
-Por eso, tres para mi, cuatro para ti.
-Uuuf Felipe, parece que nunca vas a entender, lo que quiere decir es cinco para mí, tres para ti- entró Vicentito a la plática.
-Ahora sí que ya me agarraron de botana, ¿Tú también, Vicente? Hasta tú también dices que son cinco para ti y tres para mí. Ya ni la amuelan.
-Miren, Vamos a dejar eso y el niño Hildebrandito les va a explicar con su computadora cuántos son dos más dos- dijo Elbita, quien se ponía en su pecho liso al muñequito chucky como dándole de mamar.
Hildebrando conectó su computadora al monitor y explicó:
-Con éste código secreto, basado en la modernidad, se puede saber exactamente cuantos son dos más dos, dependiendo para que se desee hacer la suma- indicó el novio de la hermana de Felipillo.
-A ver déjame probar a mí- insistió el niño Felipe, jalándole la manga de la chaqueta a su cuñado- Déjame a mí, déjame a mí. Yo quiero... Yo quiero.
-Esta bien Felipito, pero no jales mi chaqueta... chamarra..
-De plano ya me agarraron de su títere- recriminó Felipillo.
-Mira- le dijo Hildebrando con toda calma-. Pon un dos, luego el signo de más y luego otro dos y ¿cuánto sale?
-Veintidós- grito Felipillo. Eso sí lo entiendo dos más dos son veintidós.
-Ahora, oprime otra vez el dos, el signo de más y otro dos- dijo Holdebrandito.
-¿Cinco?- dijo Felipito cuando en la computadora salió un cinco.
-Pero eso no es todo. Felipito agarra la computadora y vuelve a hacer la misma operación- sugirió Hildebrando ¿cuánto salió?
-¡Dos mil doscientos veintidós!- gritó el Niño Felipe, mientras los otros niños gritaban ¡¡¡¡¡Oooohhhh!!!!! y trataban de hacer cuentas con los dedos.
-Ya ven qué fácil es todo. Lo importante es entender que dos más dos cinco para mí y tres para ti, es el principio elemental- intervinó Elbita, mientras que Felipito hacia casa de what... nuevamente.
-Otra vez la burra al trigo, con lo de dos más son cinco para mí y tres para tí- Exclamó Felipillo.
-Vaya –dijo el Mago Luis- hasta que agarraste la onda Felipito.
-¿Y yo porqué?- preguntó Felipillo.
-Orale –saltó Vicentito-, no digas eso, que te voy a cobrar derecho de autor.
-Y yo te ayudo- le dijo Dieguito, quien se había incorporado, de repente, a las clases.
-No, ya, la neta. No me chinguen. No me echen inglish. Primero con lo de los albures y luego con lo del dos más dos, ya parezco su cochinito.
-¿Pareces?-, dijo Martita burlona.
-En serio, como es eso de que dos más dos son cinco para mí y...
-Así, exactamente, cinco para mí. Nunca puedes decir cinco para ti.
Felipito se rascó la cabeza (sin albur) y se quedó pensativo, como le hubiera caído el 20. O mejor el 22 o el 2,222 o ya de perdida el cinco. Se quedó pensativo, pero la voz de Vicentito lo sacó de su reflexión.
-Y si alguno de los peluditos sospechosistas, dice que está haciendo uno trampa ¿qué hacemos?-, preguntó.
Luego luego Dieguito tomó la palabra:
-La primera vez lo niegas. La segunda lo vuelves a negar. Si insisten, lo vuelves a negar. Y de plano, si siguen diciendo que es trampa, te haces el ofendido-, dijo, docto, peinándose su peinado cabello.
-Eso nunca falla –intervino Martita- Yo lo hice una vez cuando me acusaron de que me había comido las ostias. Hasta el padre, ese que le daba por tocar a todos, como si estuviera jugando a los encantados, me tuvo que pedir perdón. Fíjense que otra vez, también, con mis hermanos y mis tíos, hicimos....
-Ya cállate chachalaca- dijo Vicentito y se quedó pensando como si se hubiera equivocado de frase.
Felipillo, cuando hubo entendido que dos más dos no son cuatro en las matemáticas modernas, estaba pensativo. Medito largo rato y después de pensarlo bien, les dijo a sus amigos.
-Con estas cuentas, cuando yo sea grande, voy a ser el primer presidente de la modernidad- exclamó.
Todos soltaron la carcajada y Carlitos le dijo.
-En primer lugar tu nunca vas a ser grande –se chupó la lengua después de habérsela mordido y prosiguió:- En segundo, ya hay cola. Yo voy primero, luego Neto, después Vicentito y después puedes ir tú. Pero tienes que apuntarte.
-Sobre todo –le dijo Elbita- tienes que aprenderte muy bien el código secreto del dos más dos son cinco, porque si no, capaz de que no llegas.
Carlitos propuso que todos sellaran el pacto del Código secreto, escupiendo en un mismo lugar y luego untándose la mezcla de todos las salivas.
-¡Qué asco!- dijo Martita, pero Vicentito la increpó:
-No seas tan payasa, si bien que te ví el otro día sacándote los mocos y comiéndotelos o chupando la paleta de Robertito, pero no de éste sino del otro, el que se peleó con Elbita.
-Bueno, pero es que él es deportista y no sabía tan mal su saliva, aunque estaba medio babosa-, respondió Martita haciendo gesticulaciones y moviendo los dedos.
El caso es que todos accedieron a sellar el Pacto. Elbita los sorprendió por la forma en que escupía de lado, como profesional, y Martita terminó lamiendo el envase de Coca-Cola en que habían escupido todos.
Fue así como los niños de la cuadra descubrieron que el Código Secreto de la modernidad que significa que dos más dos no son cuatro.

Tuesday, September 19, 2006

Fábulas del Gelipe I

De cómo el niño Felipe se volvió amigo de Georgie

Roberto Fuentes Vivar

En la casa del niño Carlitos había fiesta. Tuvieron invitados que vinieron de lejos y que ni siquiera hablaban español. Por eso en toda la cuadra mandaron limpiar las banquetas y hasta alquilaron unos faroles para que la calle se viera nuevecita.
-Ahora sí estamos en la modernidad ¿ves?- decía Carlitos pronunciando la palabra modernidad como si estuviera mascando piedras.
Su hermano Raulito ya había preparado varias dosis de cigarros especiales por si los podía vender a los invitados de extranjia y Ernestito dejó de vender periódicos esos días y hasta se dio una blanqueada para que lo dejaran hacerse amigo de los gringos.
Cuando llegaron, del coche del papá de carlitos se bajó un niño vestido de cowboy. Tenía su placa de sheriff, un sombrero tegsano, una camisa de cuadros y sus botas vaqueras.
Cuando lo vio inmediatamente Vicentito se emocionó.
-Miren, ese va ser mi amigo, hasta tiene unas botas igualitas a las mías-, exclamó Chentito a sus amigos.
-No´mbre, qué. Va ser mi amigo, fíjate que tiene una pistola como la mía- le respondió luego luego Carlitos, quien cada vez que podía amagaba a su sirvienta con el arma de municiones.
-Ni se hagan ilusiones- les reclamó Ernestito –yo soy el que va ser su amigo, porque nací cerca de él, que no ven que to vengo del norte, de allá de Baja California.
-Están locos, va ser mi novio. Para eso fui a un curso de inglés allá en Irlanda. Además, si se fijan es religioso, como yo- les explicó Martita.
-Pero yo soy gringañol, además es mi paisano porque mi papá es de Estados Unidos, como él- sentenció Vicentito. Para que les de envidia, los invitados se van a quedar en mi casa y los dos vamos a ser los jefes de los vaqueros y ustedes van ser los indios. Les vamos a ganar.
Dieguito, lo miró como diciendo ¡Pobre Vicente!, pues ya había planeado cómo hacerse amigo del niño gringo, porque sabía que él iba a definirr las reglas del juego de vaqueros contra indios, el invitado las iba a imponer y así se harías grandes amigos
El único que no dijo nada fue el Niño Felipe, quien estaba cabizbajo tratando de patear una piedra pero no le daba porque sus lentes de fondo de botella ya habían perdido graduación. El motivo de su tristeza es que no había coincidencia alguna con el niño gringo que habia venido a la cuadra a pasar las vacaciones.
Desde que bajaron del coche, Yoryi y sus papás, dejaron un olor raro en la cuadra. Era algo así como azufre o chapopote. Hasta, Ernestito comenzó a bromear.
-Martita, cierra las piernas-
-Yo no fui se los juro, además ya saben que nosotras las mujeres, las damas, no olemos feo- respondió Martita con un dejo de inseguridad.
-¿No?- le respondió Vicentito- ¿y el otro día que se te salió uno tan fuerte y te fuiste corriendo como loquita hasta que te tuve que chiflar para regresaras?
-Ay, Vicente, no digas intimidades que ni son ciertas- le dijo la niña.
El caso es que a pesar del olor tan fuerte el niño Felipe seguía en silencio.
-¡¿Y a ti que te pasa?!- le gritó Carlitos, mientras sacaba su pistola y le daba vueltas como hacían en la televisión los de la Ley del Revólver.
-Na.. Nada... Nada, de veras- les dijo el Niño Felipe a sus amigos.
La tristeza de Felipillo pasó desapercibida y a los pocos días, ya todos jugaban en la cuadra.
Martita suspiraba cada vez que veía al gringo, aunque oliera a chapopote.
Vicentito trataba de vestirse igual que él. Todos los días espiaba lo que se iba a poner Yoryi, para buscar entre sus camisas una que se pareciera a la del invitado.
Carlitos, quien lo miraba hacia arriba porque Yoryi medía ya 1.40 y él se había quedado en menos de un metro, se volvió amigo del gringo al regalarle los árboles del lote baldío en el que jugaban.
Diego, como se lo había propuesto, era el que interpretaba las reglas de los juegos que quería imponer el invitado y se las explicaba a sus amiguitos.
Ernestito todos los días le llevaba chocolates y dulces. Claro que se los daba en el momento en que amigos no lo vieran.
El único que seguía inundado de tristeza y jugando, casi en silencio, todos los días era el Niño Felipe. ¿Cómo podré hacerme su amigo?, se preguntaba guardando los sollozos en lo más profundo del vaho de sus anteojos.
Desde los primeros días en la cuadra, Yoryi mostró sus dotes para los juegos guerreros. Cogía su rifle y mataba a todos.
-Mecsicanos no ser buenos. Yo matar- gritaba el gringo y atacaba con todas sus fuerzas al primero que encontraba.
En una ocasión le dijo a Ernestito, blandiendo su cuchillo de caza:
-Tu ser negro. Yo matarte-
-No lo mates- le dijo Vicentito, mejor que nos limpie los zapatos.
-Pero es que ser negro. Además parece árabe. No ser cristiano. Hay que matarlo-, sentenció Yoryi, gritando y con las venas saltándole de la emoción.
-No –les decía Ernestito- si soy cristiano -y sacó un escapulario café de su cabeza-. Miren.
-Pero tú no besar mucho la cruz- le reclamó Yoryi a Ernestito.
-Hay que besar la cruz tres veces-explicó las reglas el Niño Dueguito.
-Es cierto- intervino Martita-, allá en los cursos que tome en Irlanda dijeron que tiene que besarse tres veces seguidas. Además, allá me enseñaron muchas cosas, porque eran puras personas de bien las que me daban cla...
-Ya cállate que nos mareas con tanta cháchara- la calló Vicentito.
El único que permanecía sin decir palabra era el Niño Felipe, hasta que un día....
...Después de observarlo mucho tiempo el Niño Felipe se dio cuenta de que el Yoryi iba cada dos horas a su cuarto. Una vez lo siguió y descurbió que debajo del colchón, el invitado tenía una caja de chocolates envinados. Cada vez que comía uno de esos chocolates salía a la calle con nuevos bríos. Los ojos se le ponían rojos y la lengua se le trababa, pero era cuando mejor jugaba a los indios y vaqueros. A veces se comía esos chocolates a puños y no dejaba indio con cabeza. No paraba hasta que el cansancio lo dominaba y entonces otra vez se iba a escondidas hasta su cuarto a comer chocolates envinados.
Al día siguiente de su descubrimiento, el Niño Felipe buscó entre las pertenencias de sus padres y encontró una botella de rompope. Le dio un trago y salió de su casa hasta la cuadra corriendo. Dispuesto a matar indios. Su motivación era tan grande que inmediatamente se convirtió en el lugarteniente de Yoryi.
Cuando todos estaban cansados y aburridos, a escondidas, el Niño Felipe llevó a su casa a Yoryi, se tomó una copa de rompope y le dijo que probara ese refresco. El invitado se puso feliz, comenzó a hablar de amor a Dios y casi inmediatamente salieron los dos a la cuadra, a jugar a la guerra santa.
Dos horas más tarde, Yoryi le invitó un chocolate envinado y sellaron su amistad.
Fue así como el niño Yoryi olvidó a su amigo Vicentito, quien le rogaba ser otra vez su amigou. Hasta le ofreció regalarle su caballo de madera, para volver a ser su compinche, pero el invitado prefería al Niño Felipe, con quien, a escondidas, había guardado una botella de rompope debajo del coche abandonado en el lote baldío, que para entonces era ya propiedad del gringo, pues entre Carlitos y Diego, hicieron las reglas para que se lo ganara.
Cada dos horas, los dos niños se iban de la mano al lote baldío y regresaban con la energía suficiente para jugar a la guerra santa.
Así nació la amistad del Niño Felipe con Georgie Boy, el niño que olía a chapopote.

Monday, September 18, 2006

Fábulas de Vicentito

De cómo el Niño Felipe
se convirtió en Gelipe I

Roberto Fuentes Vivar

Vicentito estaba sentado en la banqueta, con sus pantalones cortos, sus botas vaqueras y una corbata de charro luciendo como moño en su cuello. Tenía los ojos rojos y la cabeza baja cuando llegó el niño Felipe.
-¿Qué te pasa chentito? Estás todo achicopalado parece como si te hubiera mordido una tepocata o de perdida una víbora negra.
-Nada, Felipe. Aquí no más matando el tiempo-, le respondió tratando de que no se notara que momentos antes había llorado.
-Como que nada, si tienes los ojos rojos. Como si te hubieras fumado uno de esos cigarros que vende Raulito el hermano mayor de Carlos- le dijo Felipito, mientras se acomodaba sus lentes de fondo de botella.
-De veras... Na.. Na... Nada.
-Se me hace que lloraste-, le increpó Felipito.
-Nombre, los hombres no lloran- le dijo tajante Vicentito.
-Pero tú no eres hombre....
-¿Cómo? –salto Vicente- Me sabes algo... A poco crees que porque voy a ser político ya soy de los que creen que el mejor camino para la política es el recto. Nombre... Yo soy muy macho, aunque...
-No malentiendas, Vicentito, digo que tu no eres hombre, que eres niño.
-Ah eso sí, ni hablar.
-Por eso como niño, sí puedes llorar. Pero cuéntame que te pasa.
Vicentito se quedó pensando un rato, sacó de su bota vaquera un kleenex y se limpió la nariz que le había quedado aguada después de llorar y dijo:
-Pues Fíjate, Felipito, pero siéntante aquí junto a mí. Fíjate que los niños de la otra cuadra, los morenitos, los que juegan en la calle, con corcholatas porque no tienen balón de futbol, me dijeron yo era un gringañol y se burlaron de mí.
-Primero que nada no me alburees, como que Felipito siéntate aquí.
-Yo nada más decía..
-El caso, Vicentito es que no debes sentirte mal por eso de gringañol. A todo eso ¿Qué quiere decir gringañol?
-No seas menso, pues que soy hijo de española y gringo. Aunque la verdad debería ser españingo, quizá así no se oiría tan feo.
-Españingo, desde aquí te chin..
-No te la jales.
Felipe se rió unos monmentos y luego le dijo:
-Mira Vicentito, deberías estar orgulloso de eso. Imagínate nada más, tener sangre española y gringa. Eso sí que es un orgullo. Yo que tú hasta les agradecía a los peluditos que me trataran así.
-¿A poco?- le respondió Vicentito parándose y prestándole atención al Niño Felipe.
-Claro. Si yo fuera tú, estaría orgulloso- le dijo el Niño Felipe, mientras que su voz se comenzó a quebrar casi llegando al llanto.
-Sí ¿verdad?-
-Imagínate Vicentito yo no tengo sangre extranjera para enorgullecerme. Ni siquiera le puedo hacer como Dieguito o Carlitos que ya tienen un De en sus apellidos. Eso sí es triste- dijo el Niño Felipe mientras se quitaba los anteojos que se habían opacado por el llanto.
-No seas tan dramático, puedes agregarle un De y un Y a tus apellidos, así serás Felipe De Calderón y de la Inojosa. Hasta si quieres puedes hacer más de abolengo tu apellido como Felipe de Calderón y de la Finojosa.
-De plano se vería muy mal- dijo el Niño Felipe, resignado a que su apellido no fuera de alcurnia y agregó:- Además, ni siquiera hay calderones famosos.
-Cómo no –le respondió Vicentito- el portero de Guadalajara, ese que estudia para dentista. Es bien famoso. También hay un locutor que se llama Calderón y es famoso.
-No, pero alguien con alcurnia, con abolengo, de plano no hay-, dijo triste Felipito, casi sollozando.
-Calderón de la Parca- dijo Vicentito mientras tronaba los dedos.
-De la Barca- le corrigió el niño Felipe.
-Ese, Calderón de la Varca-
-Ya ni la amuelas, Chente, hasta hablando cometes faltas de ortografía. Ni pareces tener sangre española.
-No importa, el chiste es que tú puedes decir que eres descendiente de Calderón de la Varca, ese que escribió lo de que la vida es un sueño y los sueños, sueños son.
-Entonces sería Calderón de los Sueños. Fíjate, no suena mal- dijo el Niño Felipe, ya olvidando sus sollozos y dejando a un lado el posible llanto.
-Pues la neta que Felipe Calderón de los Sueños, no te queda, porque todos tus sueños ya se hicieron realidad, cuando la niña Elbita te ayudó a ganar las elecciones para presidente de Primero B.
-Pues entonces ¿Cómo puedo hacerle para tener un nombre de alcurnia?- pregunto el Niño Felipe.
Tras pensarlo un rato, Vicentito movió sus grandes manos y le dijo a Felipito:
-¡Ya lo tengo!-
-Yo también- dijo el niño Felipe.
-¿A qué te refieres, Felipillo?
-Pues al dinero que nos volamos de la colecta que hicimos para la Cruz Roja y que nos repartimos entre...
-Cállate, no sea pasguato, que eso no se dice. Digo que ya lo tengo, que ya se cómo puedes cambiarte el nombre para tener alcurnia.
-Ahhh, eso. ¿ Y cómo le hago?.
-Pues muy sencillo –dijo Vicentito, mientras se sobaba las manos como si se las estuviera lavando-. Solo tenemos que hablar con Norbertito, el acólito y con Elbita y con Dieguito y con Luis, el mago, el que saca votos de su sombrero de copa.
-¿Y que con ellos?.
-Pues mira. Ahí te va el plan. Norbertito te va a nombrar Felipe I de México. Dieguito va a buscarte unas actas de nacimiento en donde diga que eres descendiente de Felipe II, Luisito, el mago, va a sacarse de la manga la certificación de esos documentos y Elbita se va encargar de que todos los maestros de la escuela digan que tú tienes sangre de la realeza y que te llamas Felipe I.
-Chido. Va- dijo Felipillo, sonriendo por primera vez en el día... Tras un silencio, le preguntó-: por cierto, Vicentito, Felipe se escribe con J o con G.

Así fue cono el Niño Felipe se convirtió en Gelipe I y los niños de la otra cuadra olvidaron al gringañol para comenzar a burlarse del Niño Felipe.

El filósofo del metro dice:

Los medios solo sirven
si reflejan mi imagen.

El gobierno de Vicente Fox ha dado prioridad a los medios de comunicación audiovisuales, principalmente a la televisión. Sin embargo, esta prioridad no se refleja en la utilización social de los medios, sino en la necesidad de reforzar su imagen personal y de grupo.
El ejemplo más claro es el siguiente reportaje publicado en 18 de septiembre de 2006 en La Jornada, en el cual se explica cómo la televisión, que puede ser unos los medios idóneos para llevar educación a los lugares marginados, ha sido precisamente marginada de la política social y de los presupuestos, al grado de que la telesecundaria se encuentra prácticamente muerta por hambre y sed de justicia.

Karina Avilés
Dicen que el gobierno la tuvo como a un hijo no deseado y por eso la abandonó, aunque hoy el foxismo está a punto de dejarla extinguir por inanición. Es la telesecundaria mexicana, la que tiene televisores en donde en lugar de lecciones aparece una raya, igualita a la que sale en los monitores cuando el enfermo acaba de morir; es la que tiene laboratorios "equipados" con microscopios de juguete y químicos que de tan viejos ya ni producen reacción; es la que siempre pide y si le llega algo, tiene tanto retraso en el tiempo que ni corresponde a la época, como el mimeógrafo que un día llegó en lugar de un fax.
Por ello, los profesores de la telesecundaria comentan que ir hacia la entraña de este sistema es como "bajar al infierno". Con un presupuesto que desciende a "cero", pero eso sí, múltiples gastos que sólo salen del raquítico bolsillo de los profesores y de los padres de los alumnos -que son los más pobres de todas las secundarias-, los maestros señalan el constante agravio y la impunidad con que el gobierno ha actuado, pese a que su responsabilidad constitucional es apoyar a la escuela pública.
La telesecundaria atiende a más de un millón 200 mil jóvenes, que representan la quinta parte del alumnado en este nivel de estudios y, no obstante, la inversión que hizo el gobierno por alumno en 2002 -según los últimas cifras disponibles- apenas fue de 6 mil 811 pesos, 50 por ciento menos al costo de un estudiante de secundaria general o técnica.
De acuerdo con los datos del estudio La telesecundaria mexicana. Desarrollo y problemática actual, elaborado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), 60.6 por ciento de las secundarias públicas en el país son telesecundarias, y 38 por ciento no tiene biblioteca, 10.3 por ciento no cuenta con luz; no hay disponibilidad del receptor de televisión en 5 mil 180 casos ni de videocasetera en 4 mil 588 casos, y entre 20 y 26 por ciento, según los grados, no tiene libros o materiales impresos.
Vivir del recuerdo
Muy cerca de unas vías del tren, por donde están unos locales de lavado de ropa, y composturas de toda clase de fierros, está la telesecundaria 190, cuyas instalaciones parecen estar a punto de salirse de la calle y tomar la gran Avenida Central, en el norte de Nezahualcóyotl.
Atrás de una fachada descarapelada, en la que todavía quedan las huellas del pato de la Pascual Boing -cooperativa mexicana que por mucho tiempo pintó estas escuelas y hoy enfrenta el embate de las refresqueras trasnacionales- hay tres galerones que sirven de aulas. Adentro, los docentes sólo hablan en tiempo pasado.
"Estos eran equipos para las prácticas de física, eran poleas, eran perillas, eran mangueras...", dice el profesor Jesús Iglesias, cuando saca estos despojos de una gaveta de su laboratorio.
El maestro cuenta que la autoridad educativa donó dicho material con el censo de 1992, pero "el equipo era de los años ochenta". De manera que en este "laboratorio" -un cuarto con mesas- lo que en realidad se "practica es la teoría", y, cuando se puede, hacen experimentos "muy sencillos".
En un rincón todavía están guardados unos frasquitos con algunas sustancias, pero el profesor dice "que como ya tienen 20 años su eficiencia es mínima, ya ni reaccionan. Sólo son para que los alumnos sepan que algún día los van a encontrar en otro lado".
En el salón de primer grado, en donde da clase el profesor José González Figueroa, Justin Adrián, Joselín Saray, Brisa Liliana y todos sus alumnos de entre 12 y 13 años ya no se sorprenden de la famosa "raya" que sin falta, de lunes a viernes, sale en su Tv Broksonic, cuando el aparato se calienta. Esta es de las que enciende, pero no se ve, y en otros grupos tienen las "teles fantasmas", porque se "encienden y apagan solas". Los televisores -eje fundamental del sistema- son inservibles y los maestros de la 190 han llegado al extremo de querer convertirlos en grabadoras, para que por lo menos se escuchen.
Con un documento en mano, el director Germán Martínez asegura que el presupuesto de las telesecundarias es "cero". Su única alternativa posible es la de los ingresos propios que obtienen de la cooperativa, de la que salen al año entre 3 mil 500 y 7 mil pesos. "Con eso, hacemos los gastos fuertes de la escuela y aún así los Servicios Educativos Integrales del Estado de México (SEIEM) pasan diario para llevarse 80 pesos" de la tiendita, que a veces ni los juntan porque los estudiantes no tienen dinero. Si a veces no van porque no tienen para el pasaje, mucho menos para comprar un dulce.
Toda la escuela está llena de heridas que no hay con qué cicatricen. Aberturas en el techo, en el piso, en las paredes; no hay hueco por donde algo no se desmorone. En el contenido del papel que guarda el profesor Germán puede leerse: "el edificio C formado por tres aulas, un módulo de servicios sanitarios, deberá sustituirse ya que presenta fallas severas; estos espacios serán incluidos en la propuesta del programa de obras 2006; sin embargo, la autorización definitiva dependerá de la asignación presupuestal a este organismo...Atentamente, arq. Juan Luis Rubio Hernández, jefe del departamento de espacios escolares" del gobierno del estado de México.
En el otro extremo del valle de México, en la calle Francisco I Madero, número 20, en San Francisco Cuatlalpan, se ubica la telesecundaria Manuel Bernal Mejía. De golpe, pareciera que ahí las cosas no están tan mal, pero como dicen los profesores, sólo basta con meterse un poquito. En lo alto se observa una antena parabólica, en cuyo centro le sale un chipote color anaranjado, que ya de cerca se puede observar que es una cubeta. Este fue el remedio que los técnicos de la autoridad educativa dieron a la escuela para que haya una "mejor recepción".
Lo cierto es que con todo y cubeta, el plato blanco no tiene señal desde hace seis años. La directora María Eugenia Garibo hace memoria de las solicitudes realizadas a lo largo del tiempo y que todavía están en espera de alguna respuesta: "llevo seis años solicitando una antena parabólica y 20 años pidiendo las mesas de laboratorio; una vez hasta le mandé un oficio a Reyes Tamez, al presidente Vicente Fox y a Marta Sahagún, porque tenemos 16 años con la misma computadora, pero nadie me hizo caso".
Lo peor fue cuando pidió una fotocopiadora, pizarrones y fax, pero en su lugar llegó un mimeógrafo. Pero esa no ha sido la burla más grave: en una ocasión, la autoridad envió un paquete de material de laboratorio, con el que todo el personal estaba feliz al pensar que por fin tendrían cajas de petri, probetas o microscopios, pero cuando abrieron la caja se encontraron con que "sólo venía una cuchara de café y una liga".
Carencias que calan hondo
Las carencias de la escuela han calado tan hondo en los alumnos y en los padres que uno de los estudiantes donó su microscopio de juguete para que los estudiantes conocieran cómo es, y otros adolescentes se dieron a la tarea de armar su propio microscopio con tubos de cartón para papel de baño, una botellita de plástico y retazos de madera para hacer la base.
En el rumbo de El Molinito, sitio lleno de loncherías, cantinas, y pequeños restaurantes que por el día trabajan "normal" y por la noche muchos de los locales se transforman en tugurios, trabaja desde hace más tres décadas la telesecundaria 09 Benito Juárez. Es una tripa construida por cachos, adonde asisten 350 estudiantes, que si salieran al patio al mismo tiempo no les quedaría más que permanecer parados.
En las repisas o mesas de las aulas hay una constante: filas de Pinol para hacer limpieza y rollos de papel de baño. Este "material" es parte de la lista de útiles de los estudiantes, ya que de lo contrario no tendrían ni con qué ir a los sanitarios ni con qué limpiar su escuela. De hecho, ellos participan junto con sus maestros en la realización del aseo, ante la ausencia de un trabajador que efectúe esas tareas, comenta el director José Villagrán Callejas.
El profesor Carlos Velásquez señala que el responsable de espacios escolares en Toluca le comentó en una ocasión que el "modelo de telesecundarias no contempla escobas, cubetas, trapeador, trapos, etcétera". "Entonces, ¿no se barren?", le preguntó.
Por ello, con dolor, el maestro Pedro Ramírez Vázquez dice que las telesecundarias se "mantienen a pesar de la autoridad, a quien no le interesa la educación". Sin embargo, añade, los que vienen aquí son los adolescentes de más bajos recursos, hijos de obreros, de comerciantes, de amas de casa, la mayoría de ellos de "familias rotas".
En la telesecundaria 54 Quetzalcóatl, en la avenida San Francisco, número 16, en Naucalpan, el director Efrén Camacho explica por qué son los alumnos que deberían contar con el mayor de los apoyos: "en el grupo de primero hay 21 estudiantes, de ellos hay seis con capacidades diferentes, tres con déficit de atención, uno con rasgos de autismo, uno con discapacidad intelectual, dos con problemas de epilepsia y ocho recursan el año".
En el aula de estos adolescentes -que para su infortunio es la peor de los tres salones que componen toda la escuela, porque a las 12 del día se convierte en un "infierno" por el calor-, los alumnos dicen que les gustaría que las sillas no temblaran, que hubiera piso, que tuvieran biblioteca, que aunque sea hubiera una computadora, un ventilador, un diccionario y muchos libros.
La palabra "nada" en las telesecundarias -en el sentido de ausencia, de vacío- es experiencia cotidiana. Y son pocas las esperanzas que quedan, como cuando llegan los tiempos de las campañas de los políticos, única vía para que a estos planteles les llegue algún donativo. Así pasa en todas, y en la 190, una vez hasta construyeron un edificio de dos plantas, con sala de cómputo, biblioteca, aula para los profesores, auditorio y sanitarios. Pero esta edificación sólo se quedó en la imaginación de los maestros, porque la palabra del candidato que les prometió arena, grava y varilla nunca se cumplió.

Radio y TV

El regreso de los íconos

Roberto Fuentes Vivar

Durante las décadas de los setenta, ochenta y noventa del siglo pasado hubo pocos íconos en los medios de comunicación social electrónicos. Era una época en la que los conductores de radio y televisión eran seres humanos no desechables y su fuerza llegó a tal grado que todos los presidentes tenían que sentarse con ellos y en la que la credibilidad de su palabra no se ponía en duda.
Hoy, la mayor parte de estos íconos son los personajes que no han cerrado sus micrófonos a corrientes como la de López Obrador y hasta han puesto en duda, no con sus opiniones, pero sí con las de otros personajes a los que abren sus programas la legalidad de las elecciones.
Curiosamente, los personajes de los medios de comunicación que han surgido después han tenido una constante: la desechabilidad. Son precisamente los conductores de radio y televisión desechables los que se niegan a abrir sus puertas a las fuentes no institucionales y critican cualquier acción que pueda considerarse no institucional.
El hecho de que los íconos regresen a las pantallas o a los micrófonos y no acaten las campañas y consignas que surgen desde el poder, les da una nueva vitalidad y una frescura que quizá no tuvieron en el momento en que tenían todo el poder en sus voces.
Jacobo Zabludowsky, fue durante las décadas de los sesenta, setenta y ochenta el conductor televisivo más connotado. Su sola imagen imponía respeto a presidentes no sólo mexicanos sino latinoamericanos y hasta europeos. Figuras internacionales como artistas, deportistas o toreros sentían que era un honor ser entrevistados por el maestro.
De hecho hubo quienes aseguraron que si alguien en México podría realmente iniciar una revolución era Zabludowsky y no los políticos, pues su influencia fue tal que podía proponer, con una sola palabra, la agenda nacional.
Hoy, ya sin tanto poder como el que mantuvo en las pantallas de Televisa, tiene una nueva vitalidad en los micrófonos de Radio Red –de Radio centro- y su noticiero “de una a tres”, cada día gana mayor audiencia no sólo entre la clase política, sino entre taxistas, amas de casa, desempleados y profesionistas.
Hoy, también es uno de los personajes que ha dado cabida en sus espacios a personajes que pueden explayarse sobre lo que consideran un fraude electoral. También da la voz a quienes defienden la limpieza electoral. Se ha convertido en el verdadero maestro de periodismo que quienes éramos estudiantes de comunicación en la década de los setenta, del siglo pasado no vimos en su momento. Hoy gracias a su experiencia, la cátedra diaria es un hecho. Muchos dicen que a la vejez viruelas, pero otros preferimos considerar que la experiencia también crea conciencia. Por eso se ha ganado el respeto no sólo de los poderosos, sino de quienes no lo son.
José Gutiérrez Vivó fue el ícono principal de la radio mexicana durante las décadas de los ochenta y noventa. Su programa matutino era considerado obligado para la clase política y para millones de ciudadanos que se despertaban con él.
Fue sin duda el principal personaje de la revolución de la radio, de la modernización de los contenidos, de la apertura informativa. Gracias a él, la radio mexicana no se durmió en sus laureles, sino que comenzó a estar a la altura de la democracia mexicana. Aunque ideológicamente sus programas en radio red, concretamente en Monitor, no eran compatibles con las ideas de muchos de los mexicanos, sí hay que reconocer y ensalzar sus virtudes. Los golpes en la mesa, la indignación y hasta la parafernalia que circundaba a muchas de sus transmisiones especiales, fueron un avance en la radiodifusión.
Hoy, ya sin el poder que tuvo su Monitor –gracias al cual por cierto se logró en mucho la llamada transición del 2000- sigue transmitiendo, endeudado y no con mucho éxito comercial en su diario (quizá por las diferencias entre el periodismo escrito y el radiofónico) con un valor renovado.
El valor renovado lo ha llevado a ser reconocido públicamente en las asambleas de Andrés Manuel Lopez Obrador, como uno de los pocos comunicadores que no han cerrado sus micrófonos a la opiniones divergentes del poder.
Ricardo Rocha fue también uno de los íconos de la televisión mexicanas de finales de la década de los setentas y principios de los ochenta, al abrir una rendija en Televisa para que a través de ella se colaran las entrevistas a personajes de la oposición, a cantantes no comerciales, a escritores que estaban vetados, a políticos que no tenían acceso a las ondas hertzianas.
En sus programas nocturnos logró conformar equipos de trabajo que no encajaban en ese momento con la ortodoxia de Televisa y que revolucionaron la televisión, al hablar abiertamente de sexo, de música clandestina, de literatura joven, de barrios prohibidos como Tepito.
En fin fue también uno de los íconos de la televisión y alumno de Zabludowsky. Hoy también es reconocido como uno de los periodistas que ha mantenido abiertas las puertas de sus espacios a personajes que luchan contra el poder establecido. En Radio Fórmula, en PCTV, en radio Educación y, en menor medida, en TV Azteca ha intentado abrir los micrófonos a voces disidentes y ha seguido especialmente de cerca las actividades de la Alianza por el Bien de Todos y de Andrés Manuel López Obrador.
Virgilio Caballero quizá no es conocido masivamente, pero es también uno de los íconos de la televisión de finales del siglo pasado, pues durante las décadas de los ochenta y noventa, se dedicó a la diversificación de la oferta de medios de comunicación audiovisuales.
Concretamente participó en la creación de varios sistemas de comunicación social de entidades de la República, los cuales tenían como propósito la institución de canales televisivos y radiofónicos de los estados, que fueran independientes del poder ejecutivo local y que actuaran como medios de Estado –así con altas-, respondiendo a las necesidades de la sociedad.
También fue promotor del Canal del Congreso, en el que estuvieran representadas todas las fuerzas políticas. Es decir que fue uno de los luchadores más enfáticos de la libertad de expresión y del derecho a la información, entendido desde un nivel amplio, en el cual la sociedad sea debidamente atendida por los medios de comunicación.
Hoy, casi sin tribuna, aunque sí participa en programas como el de Radio Educación –junto con Ricardo Rocha, Javier Solórzano y Miguel Angel Granados Chapa, éste último también un ícono del periodismo nacional, sobre todo en el diarismo y no tanto en los medios audiovisuales-, en donde cada semana manifiesta su indignación por lo que sucede en México.
Quizá el otro ícono del periodismo audiovisual de finales del siglo pasado es Joaquín López Dóriga, quien transformó el periodismo televisivo cuando era director de Noticias de Canal 13 y logró transmisiones realmente espectaculares de las guerrillas en Centroamérica, puede ser otro de los íconos de la época.
Alumno también de Jacobo Zabludowsky, López Dóriga, es el único de los cinco íconos aquí mencionados, en cuyos espacios se cierra la información de los grupos opositores y que no ha valorado en toda su magnitud el movimiento social gestado después del 2 de julio, al minimizarlo o definitivmente cancelarle la voz.
Cuando estos íconos surgieron, la personalidad, el ser humano y el personaje, eran lo más importante. Los noticieros cumplían una labor social y no precisamente económica en beneficio de las grandes empresas mediáticas, las cuales sí ganaban dinero, pero no siempre de los noticieros.
Los conductores de radio y televisión no eran precisamente desechables y su voz era parte de la vida diaria de la sociedad.
Hoy, se han abierto nuevos espacios, pero el contenido de ellos es casi siempre el mismo y pueden realizarse ejercicios de análisis de contenido en los que seguramente el resultado será que la orientación es limitada, la información, a veces, excesiva y repetitiva, y el divertimento se confunde con la información, mientras que la comercialización es la parte más importante del sustento.
Hoy, los conductores son prácticamente desechables y responden a un interés básicamente empresarial, en que supuestamente el carácter social de la información ha pasado a un segundo término, priorizándose la comercialización y la ideología de cada medio, sobre la información objetiva.
Si de los cinco íconos de los medios de comunicación social de finales del siglo pasado, cuatro han manejado sus espacios sin reservas y en algunos casos con simpatía para Andrés Manuel López Obrador, quiere decir que los Maestros –así con mayúsculas- saben lo que hacen.
¡Salud, Maestros!

Sunday, September 17, 2006

Convencion Nacional Democrática

Un Día de Historia

Roberto Fuentes Vivar

El 16 de septiembre de 2006 fue un día histórico. El Ejército paseo sus armas y su soledad de soldado. Cuando guardó los rifles surgieron las palabras. Fue un día de banderas y de síes. Fue un día en el que después de la tempestad vino la calma.
Horas antes desde Dolores Hidalgo Guanajuato, el presidente Vicente Fox había gritado “Viva La Democracia” “Vivan las Instituciones”.
El 16 de septiembre la cita era en el zócalo, en donde también horas antes, en respuesta a Vicente Fox y frente a los edificios que miran la historia de cada 15 de septiembre, Alejandro Encinas, había gritado “Viva la Soberanía Popular”.
La cita era a las 15:00 horas para realizar la Convención Nacional Democrática.
Lucy y yo abordamos el metro a las 14:00 horas, porque habíamos quedado de vernos con Sergio a las 14:30 horas. Desde el metro Zapata hubo una suerte de identificación con los viajeros. En el andén una pareja e jóvenes portaban carteles amarillos y él cargaba un banquillo portátil.
Pero ya en la siguiente estación, el ambiente del vagón se llenó e un aire de empatía. Un aire como el que todos respiramos, pero que a veces se nos olvida que ahí está. Subieron al mismo vagón seis señoras de edad relativamente avanzada. Cada una de entre 55 y 65 años. Eran todo risas. Todo esperanzas. Todo palabras. Portaban ya su gafete en el que emergía la palabra delegado y el logotipo de la Convención Nacional Democrática. Inmediatamente surgieron las palabras la identificación que no necesita gafetes.
-Ustedes también van a la convención- le preguntaron a Lucy.
-Sí- les respondió inmediatamente y desde ahí, como si los metros se midieran por apalabras, hubo muchas ideas. Unas de coraje
¿Se fijaron lo que hizo Televisa de que no sacó nada del grito del zócalo, pero sí de las delegaciones, de los estados y hasta de algunos municipios del país? Claro que al grito de Fox si le dio mucho tiempo. Eso ya de plano no tiene nombre. Es el colmo. En qué país vivimos. Otras de esperanza. Vas a ver que va a poner muy bien la convención. Hay que estar con López Obrador. Otras de información. A nosotros nos dijeron que había que estar aquí (y sacaban un mapa).Las señoras se reían, gritaban, decían, hablaban, gesticulaban, movían las manos. Mira aquí lo dice en la Jornada. Ya no nos juntamos con las de la Del Valle, están muy mal. Creen todo lo que dice Televisa. Las señoras, que se subieron en División del Norte, venían de las colonias La Florida y Guadalupe Inn, dos de las colonias de clase media alta –si no es que alta- de la capital el país. Lucy enseñaba su belleza. Las escuchó, habló con ellas. Se identificó. No sólo con la identificación de clase media sino con la identificación ideológica -y tal vez coyuntural- que ha hecho nacer el coraje del sentimiento de fraude electoral y el movimiento a favor de una verdadera democracia.
De repente, en Niños Héroes unos gritos callaron las palabras de las señoras. “Es un honor están con Obrador” “Es un honor estar con Obrador”. Eran unos 20 jóvenes que coreaban goyas y consignas. Portaban banderas de la UNAM. Otra vez la identificación. Los puños levantados, los aplausos, los dedos pulgares hacia arriba.
En Juárez las señoras se bajaron.
-¿No se bajan aquí?-
-No, nos vamos hasta Allende.
Fue una estación más para llegar a Hidalgo y trasbordar hacia Taxqueña. Cruzamos la historia en ese viaje. Desde Zapata hasta Hidalgo, pasando por la División del Norte, por Niños Héroes y hasta por Juárez. En el trasbordo hacia la línea azul, el metro se llenó. No pudimos subirnos en el primer convoy y esperamos al segundo. Seguimos con la historia y las consignas. Allende. A donde habíamos quedado con Sergio. También estaban Néstor y Hugo. Todos ya con su gafete. Ahí en una mesa de registro nos entregaron el nuestro en una mesa atendida por dos voluntarios que no se daban abasto y hasta cometían faltas de ortografía en el llenado de los gafetes. Ni modo.
De Allende caminamos hacia el zócalo, Lucy inundando de belleza las calles del centro, con su sonrisa democrática, con su voz que sabe gritar las injusticias. Con su fuerza interna repleta de pasos caminantes. Pero con la boca seca.
-Necesito agua- dijo y me alejé unos momentos de ellos cuatro para buscar una tienda. Yo también tenía la boca seca. Un super7 lleno ¿no que los plantones y las marchas les causas pérdidas?.
Sergio tiene la virtud de gritar su transparencia. Néstor estaba callado, quizá sudando porque el calor arreciaba. Hugo, único propietario de una Jornada en los alrededores, la prestaba a cuanto despistado se la pedía.
-Hace mucho calor ¿no?
-De plano sí.
-¿A qué horas empezará?
-Quién sabe
-Vamos a tomar una cerveza mientras empieza.
Una idea aprobada por unanimidad, quizá el primer sí de la tarde.
El Nivel, Cerrado. La Casa de las Sirenas, también. Hugo dice que más adelante está el hostal, que desde ahí transmite su programa de radio (“Alebrijes/ un lugar de la zona erógena”) por internet.
El lugar estaba lleno. De repente tres personas con gafetes de la convención dejaron una mesa. La ocupamos. Un Minuto perfecto, porque a los pocos segundos el cielo gruñó y la lluvia se soltó como fuera necesario refrescar la tierra. Ahí llegaron Aurelio Fernández de la Jornada de Oriente, Federico Campbell y no se cuántos conocidos más. Unos del Faro de Oriente.
Al terminar la lluvia, dejamos el Hostal. Caminaos hacia la plancha del zócalo. Lucy miró un estrado y dijo ahí. Con dificultades, los cinco nos subimos. Era un pedestal de acero para cubrir la entrada del metro zócalo. Desde ahí se ve bien.
-Ahí está. Sí ve miren a López Obrador- Grito Lucy.
Apenas habíamos terminado de subrinos cuando mire el relojo.
Las cinco de la tarde.
Las cinco en punto de la tarde.
Parece el poema de García Lorca, le dije a Sergio.
Pero no era el poema, sino que a las cinco en punto de la tarde, con las bocinas húmedas, comenzaron las palabras. Los gritos las consignas. Los “presidente”, los “sufragio efectivo no imposición”, los “es un honor están con Obrador”, los “Pre-si-dente” cada vez más fuertes.
Comenzó la asamblea. No queremos. Nadie quiere una privatización más. Nadie quiere una injusticia más. Nadie quiere un presidente que no gano limpiamente las elecciones. Todos abuchean a Calderón.
Una indígena denuncia violaciones sistemáticas a las indígenas mexicanas. Rafa Barajas, el Fisgón –ya tiene el pelo blanco, dice Lucy-, habla de la forma en que se manipulado la información y señala la necesidad de medios alternativos. “Hay que trabajar por una radiodifusora y una televisora de la capital del país”, me dice Sergio.
Los cinco nos tomamos la foto con el teléfono de Sergio. Es historia, decimos uno a uno con otras palabras.
La bocina de atrás de nosotros no funciona. Se hacen gestiones para que desde el templete principal envíen un cable y se conecte a la bocina. El cable pasa de mano en mano, de mano en mano, de mano en mano. Cuando llega, el grito del técnico calla las consignas.¡Está al revés, pendejo! Otra vez de mano en mano, de mano en mano, de mano en mano.
Cuando es el momento de los doce síes, el cable regresa y el técnico grita ahora sí. Cuando se hace la voz un ¡¡¡¡Ohhh!!! estalla.
Junto a Lucy unos norteños hablan con su tono asincerado. Eso es, dicen cada vez que se menciona a López Obrador. Junto a Sergio, un anciano urbano con todos los años en las canas permanece estoico. No se mueve. A mi ya se me cansaron las piernas. Bailo para que la circulación regrese. El viejo está completo. Más que cualquiera de nosotros. Junto a Hugo una niña hace bombas de jabón y le salpica la cara. Junto a Néstor, campesinos de Michoacán, solo mueven la cabeza de manera afirmativa cada vez que alguien se refiere al campo desastrado. Junto a mí un anciano rural grita a veces Obrador. Obrador. Obrador. Detrás de nosotros un joven urbano intenta cantar la consigna de “es un honor estar con Obrador”, pero no le sale pues la rima no le queda al agregarle el López. Nadie lo sigue.
Son las seis y media de la tarde y el cielo es de un azul verdadero. Del azul que sustituye a la tormenta. Del azul real, cuando todos sí a desconocer a Felipe Calderón.
Sergio, Néstor y yo, de repente comentamos la importancia de que se haya creado el Frente Amplio Progresista. Pero Lucy saca su sabiduría cuando me dice lo importante que es la palabra progresista. Finalmente López Obrador coincide con la importancia de la palabra Progresista, cuando habla en su discurso. Es importante, le digo porque ya se les quita la bandera a los neoliberales que siempre dicen que se trata de emisarios del pasado. Del pasado al progreso. Eso hicimos hoy, cuando gritamos los doce síes. Cuando la noche comenzó a caer sobre catedral, sobre Palacio Nacional, sobre el antiguo ayuntamiento, sobre las piedras que escucharon las palabras, que oyeron silenciosas los doce síes. Las mismas piedras que oyeron hablar a Juárez, que vieron caminar a Lázaro Cárdenas, que miraron desfilar a Zapata y a Villa. Las mismas piedras que escucharon la proclama de la IV República.
Las que nunca habían escuchado un himno nacional coreado por tantas voces juntas. Las que ven una unidad popular. Las que pueden ver el progresismo.
-Vamos a esperar a que se despeje un poco para irnos-
-Sí ¿no? Va a estar lleno. Respondo.
-Vamos otra vez al hostal.
Otro sí unánime.
Dos horas más tarde, regresamos al zócalo. La corregidora, Morelos, Allende Hidalgo se hicieron luz eléctrica. Estaban mudos hace rato. Ahora viven en el México de la Convención Democrática. Unos coches claxonean el ta ta ta. Otros peatones gritan “Obrador” “Obrador”.
Tomamos el metro. Sergio se va hacia Taxqueña. Nosotros vamos a Hidalgo para trasbordar. Ya en el metro Zapata, otra vez las ganas de orinar, pero de todas maneras prefiero decirle a Lucy que voy a comprar cigarros y ella se adelanta hacia la casa. Camino unos pasos y dos señoras con banderas amarillas miran mi gafete y me dice “en algo coincidimos”. Compro los cigarros. Las ganas de orinar son muchas. Casi corro hacia la casa. Casi en la puerta, un desconocido me para y me pregunta ¿Cómo estuvo la convención? No pude ir. Le digo que todo muy bien, pero que me estoy orinando. Insiste, pero sí declararon a López Obrador presidente. Le digo que sí y corro porque las ganas son muchas. Mientras desahogo la vejiga pienso. Como nos hace falta a los mexicanos. Hoy sí hubo identificación. Un pedazo de plástico como el gafete, abrió las puertas a las palabras. A la comunicación. Lástima, me digo a mi mismo, que los medios han perdido la comunicación.
Fue un día histórico, en el que ser “delegado” fue ser mexicano. Ser palabra de honor.

El filosófo del metro dice

La calle de licenciado Verdad
no llega a Palacio Nacional,
la de Moneda, sí.

15 de septiembre de 2006

La justicia no va al grito

Roberto Fuentes Vivar

Esta noche se celebra el tradicional “grito” y ahora que finalmente se ha despejado la incógnita de quién dará el grito en el zócalo, todos los mexicanos tenemos muchos motivos para gritar.
El PRD, Andrés Manuel López Obrador y, sobre todo, Alejandro Encinas darán por primer vez en la historia el grito en el zócalo, por lo que será un grito de júbilo, aunque con algo de desesperanza.
Felipe Calderón dará un grito de alegría, por haber logrado la declaración de presidente electo, a pesar de todos los pesares.
El presidente Vicente Fox dará un grito de preocupación y de coraje, porque no lo dejaron gritar en el zócalo.
Su esposa Martha Sahagún dará un grito de preocupación porque no sabe que va a pasar con sus hijos de continuar las investigaciones en contra de los hermanos Bribiesca.
El gobierno federal, en general, dará un grito de alarma por las declaraciones del embajador estadunidense, Tony Garza, en el sentido de que, por la violencia, las relaciones con México se encuentran en peligro.
Los desempleados darán un grito de angustia, como aquellos gritos de angustia del hombre que se taponan con cuentos, según decía Rafael Alberti.
Los periodistas daremos un grito de coraje, porque la presidencia de la República no sólo se inmiscuye en las elecciones, sino que ahora quiere fungir como jefe de redacción y decide lo que no debe difundirse, concretamente las grabaciones de Kamel Nacif.
La Cámara de Diputados dará un grito de auxilio, pues a menos de 15 días de haberse instalado cuenta ya con dos escándalos en su haber: la forma ilegal en la que se repartieron el pastel del poder entre el PRI y el PAN y la manera en que fue destapada la forma de legislar a favor de intereses privados del actual presidente de la Junta de Coordinación Política, Emilio Gamboa Patrón.
Los magistrados del Tribunal Federal Electoral darán un grito de hipocresía porque seguramente se sienten ya con el deber cumplido y hasta quieren irse de vacaciones.
Los funcionarios del gabinete actual darán un grito de desesperación porque ya les quedan menos de 100 días trabajo y el famoso año de Hidalgo no llega como quisieran.
Los mexicanos, todos, daremos el verdadero grito de Dolores porque, a pesar de lo que diga el Banco de México, los precios siguen subiendo y los salarios no.
La única que no dará el grito es la justicia. Se ha quedado muda. Como dice el filósofo del metro, la calle de licenciado Verdad no llega al Palacio Nacional, sólo la de Moneda.
Comentario leído en Radio Educación el 15 de septiembre de 2006

Thursday, September 07, 2006

El Filosofo del metro dice:

Hoy, la libertad de expresión
quedó “medio embarazada”.
La otra mitad está en
"el privilegio de mandar".

Televisa anuncia el seis de septiembre la cancelación de todos sus programas en vivo.
Un día antes, un grupo de jóvenes comenzaron a corear “Sufragio efectivo, no Calderon”, . “Sufragio efectivo, no imposición”, durante el programa “El Otro Rollo” de Adal Ramones. El conductor no pudo evitar que salieran al aire las consignas. Fueron muchas las voces. Adal Ramones, con su gorra tradicional y su camisa a cuadros movía sus manos tratando de callar a los jóvenes. Pidió que aumentaran el volumen de la música e intento bailar, pero las voces seguían coreando “sufragio efectivo, no imposición”. El baile no surtió efecto y las voces continuaron. Trato de que otros jóvenes aplaudieran para callar las voces, pero fue imposible. Finalmente tuvo que ir a comerciales. Al regresar, lo hizo desde otro estudio.
A partir de ahí televisa decidió cancelar todos sus programas en vivo con público. El sendero del peje publicó este comentario: Por cierto que les recordamos que gracias a esta toma de Otro Rollo, Televisa canceló todos los programas con público en vivo.
Dice por cierto en su noticiero Jacobo Zabludowsky: Nunca en la historia de Televisa se hizo lo que se pudo hacer anoche con el Anal Mamones.Todo esto, como dice Jesusa en este momento en el templete –el miércoles en la noche en el zócalo-, gracias a la inteligencia de la resistencia civil pacífica.

Monday, September 04, 2006

El filósofo del metro dice:

La Buena Fe es
sólo una lonchería
de la colonia Marte.

Fábula de Vicentito

De cómo los niños se hicieron amantes de las leyes

Roberto Fuentes Vivar

La alberca estaba llena. Vicentito y Diego jugaban a ser fuentes. Se llenaban la boca de agua y la soltaban como si fueran el chorrito de Cri-Cri que se hacía grandote y se hacía chiquito.
Como no podía alcanzar el piso debido a su pequeña estatura, Carlitos era cargado por un hombre que, con todo y traje oscuro, se tuvo que lanzar a la alberca para proteger al niño. Carlitos disparaba su escopeta de juguete contra todos. “Boom. Ya te dí”, gritaba.
De repente, Vicentito sintió un ligero dolor en el bajo vientre.
-Creo que necesito mear- le dijo a Diego.
-¿Te urge mucho?- le preguntó Dieguito, quien a pesar de estar en el agua no permitía que su cabello se despeinara.
-Todavía aguanto un poco- le contestó Vicente
-Vamos a echarnos otras carreritas- le dijo Diego
Vicente pareció olvidar de momento su necesidad urgente de orinar y con sus enormes manos comenzó a chapalear como si fuera una ballena en el estanque.
Felipito corrió tras ellos y también se puso a nadar tratando de alcanzar a Diego y Vicente que ya habían llegado hasta la orilla.
Cuando Felipito se sentó junto a los otros dos niños, Vicentito conversaba con Diego.
-Definitivamente ya no aguanto más-
-Mira- le dijo Diego señalando con su dedo índice un letrero donde decía: PROHIBIDO ORINAR DENTRO DE LA ALBERCA
-¿Y eso qué significa?- preguntó Vicentito.
-Que te tienes que salir si necesitas orinar. Ahí lo dice y hay que ser respetuosos de las leyes.
Vicentito se quedó pensativo. Miró sus botas vaqueras que estaban del otro lado de la alberca y hasta se acordó de que antes de salir de su casa su papá le había dicho: “Boots, no. Guarraches”, criticando a su hijo que en vez de unas sandalias deseaba llevar sus botas vaqueras para un día de natación. Incluso su madre también le había comentado: ¡Joder, siquiera llévate unas alpargatas. Que no veis que así solo haces el ridículo!. Pero Vicentito rompió en llanto, necesitaba las botas y tras muchos lloriqueos y terquedades
(No

No

No

No
Sí.) triunfó el sí y Vicentito se llevó sus botas vaqueras con pantalón corto y sin calcetines.
Ahora, junto a la alberca, el niño Vicente dudaba si su terquedad había sido lo más apropiado para ese momento, pero no le importó. Cogió de la mano a Dieguito y cruzaron, por fuera, la alberca hasta llegar a las botas. Felipito venía detrás y Carlos seguía disparando, cargado por el misterioso hombre sin rostro que lo soportaba en todo momento. “¡Bang! Te di. Estás muerto”, gritaba. No muy lejos otros niños como Luisito y Pepito jugaban con una pelota. Otros más, permanecían casi a la orilla platicando. Algunas niñas también nadaban o simplemente estaban adentro del agua disfrutando del refresco que significaba una alberca en los calores de mayo.
Cuando Vicentito llegó hasta donde estaban sus botas se sentó en la orilla de la alberca y se las calzó. Una después de la otra. Más tarde se paró y dijo a Diego
-De plano, ya no aguanto.
Entonces, Vicentito sacó su pichichi del calzón de baño.
Diego hizo lo mismo y el niño Felipe los siguió.
Los tres con la pinguita de fuera comenzaron a orinar hacia la alberca.
Inmediatamente Luisito y Pepito hicieron una mueca de asco y nadaron hasta la orilla más cercana para salir de la alberca. Muchas niñas hicieron lo mismo. Martita se quedó mirándolos y hasta aplaudió. Carlitos seguía inmutable disparando ¡Bang. Estas muerto! aunque su guarura no podía disimular la cara de asco, pues pensaba que el traje que portaba definitivamente tendría que ser desechado tras haber absorbido los orines de los niños.
Vicentito, Diego y el Niño Felipe tardaron más de un minuto haciendo tres largas parábolas con sus orines que llegaban hasta media alberca. Cuando terminó, Vicentito hizo las tres sacudidas de rigor y guardó su pipí nuevamente en el calzón de baño. El niño Felipillo seguía orinando, lanzando su chorrito amarillo hacia el agua azulada, cuando ya Vicente y Diego se habían lanzado hacia la alberca, que ya estaba prácticamente vacía y sólo permanecían en ella Carlitos con sus disparos ¡Bang Bang!, el guarura –tratando de conservar la calma e inhibiendo las ganas de vomitar- y Martita, quien hacía bucitos sin parar contando el tiempo que tardaba en aguantar la respiración.
-Te fijas, Diego, que ya la alberca quedó para nosotros solos. Ya no hay morenitos, ni peluditos- dijo Vicentito haciéndo notar que el era más alto que todos los demás y su tono de cabello era un poco más claro que el de los otros niños que hasta hace unos momentos jugaban en el agua y ahora estaban afuera, vomitando, secándose o haciendo cola en las regaderas para limpiarse los orines que habían esparcido los niños meones.
-Nosotros sí sabemos guardar las leyes- Le dijo Dieguito a Vicente señalando el letro PROHIBIDO ORINAR DENTRO DE LA ALBERCA- No orinamos dentro de la alberca. Nos salimos
-Qué satisfacción se siente vivir con el deber cumplido- dijo Vicentito mientras nadaba con todo y botas.
-Eso se llama vivir dentro de la ley- sentenció Felipillo, con aire docto.
Fue así como los niños se quedaron con la alberca para ellos solos y como aprendieron a cumplir las leyes a pesar de las tentaciones.
Ciudad de México/ Septiembre 2006

 
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