El filósofo del metro dice:
Realidad mata estadística
Lo que no dicen
las cifras oficiales
Roberto Fuentes Vivar*
En los días más recientes el INEGI se ha
convertido en un productor de buenas noticias, más que una institución que mide
la realidad de la economía y de las familias mexicanas. Hasta parece ser que ha
perdido la independencia para volverse un apéndice del Poder Ejecutivo que
aplaude todas las decisiones oficiales.
Concretamente, por ejemplo hoy, dio a conocer
que el desempleo en nuestro país bajó casi 10 por ciento en un año y en la
misma medida lo hizo la subocupación.
Esta misma semana dio
a conocer que la durante la primera quincena de marzo, subió sólo aumentó
2.97%, cifra más baja de la que se esperaba. Incluso hasta instituciones como
Banamex y BBVA Bancomer se quedaron asombradas de este aumento de precios tan
bajo, máxime porque el INEGI mencionó que fueron los productos agropecuarios
los que ayudaron a controlar los precios.
El problema con
el INEGI es que cada día pierde más credibilidad ante la población, pues ¿Cómo es
posible que diga que los precios agropecuarios bajaron cuando el periodo de
medición estuvo marcado por el escandaloso aumento en el precio del huevo, el
jitomate o el limón.
Como nadie le cree al INEGI; permítanme
exponer aquí algunos otros indicadores o hechos que dan un retrato fiel de la
situación que vive el país y de la desesperación de las familias mexicanas. Por
ejemplo, hoy, Jorge Ferrari, Presidente de Great Place to Work (grandes lugares
para trabajar), decía que en nuestro país hay 400 mil familias mexicanas que
viven felices porque trabajan en un lugar agradable. 400 mil familias
representan únicamente el tres por ciento del total nacional. ¿Quiere decir que
el 97 por ciento de los mexicanos son infelices porque trabajan en algún lugar
que detesta? Seguramente la respuesta es sí.
Pero hay hechos que son bastante más
dolorosos y que sí permiten tomar una radiografía de lo sucede en México. Uno
de ellos es que hace unos días tuve la oportunidad de platicar con el director general
del Instituto Fonacot, César Martínez Baranda, quien me dijo que de acuerdo con
un estudio confidencial, se ha detectado que millones de trabajadores están
utilizando su crédito Fonacot para hacer su despensa.
Es decir que la posibilidad de adquirir
bienes que pueden ayudar a mejorar el nivel de vida de los trabajadores, como
muebles, aparatos electrodomésticos o electrónicos se está postergando porque
los trabajadores tienen la imperiosa necesidad e comer. Y en este caso se
encuentran al menos uno de cada tres créditos que otorga el Fonacot.
Algo similar ocurre en el Infonavit, en donde
según fuentes del mismo instituto, más de la mitad de los créditos del programa
“Mejora tu casa” se utilizan para pagar deudas de los trabajadores, lo que ha
dado lugar a un mercado negro de facturas de servicios y materiales de
construcción, con su correspondiente coyotaje. Pero el hecho en si es que los
40 mil pesos que se ofrecen a los trabajadores en ese programa están sirviendo
para pagar deudas.
Otro retrato de la dramática realidad que se
vive en México es que las tiendas de autoservicio y muchas departamentales, han
tenido que poner latas vacías de leche para bebés en los estantes para
entregarlas una vez que el cliente las haya pagado. Esta medida se tomó porque
miles de mamás desesperadas, sobre todo de clase media que acude a esos
comercios, por no tener para pagar la leche de sus hijos, vaciaban el contenido
de las latas en sus bolsos.
Uno más y seguramente usted que frecuenta
algún supermercado se habrá dado cuenta. Resulta que las medicinas ya no se
entregan más que cuando el cliente las paga. Incluso en la mayoría de los
supermercados las encapsulan en paquetes herméticos que sólo pueden abrir los
cajeros. ¿Por qué? Porque muchos enfermos al no poder pagar las medicinas
recurrían al hurto.
Y en este último caso, como en el anterior,
déjenme comentar que hace unos días se presentó la cuenta satélite del sector
salud correspondiente a 2013, en el cual se indica que las familias mexicanas
gastamos 403 mil millones de pesos en servicios privados de salud, lo que
incluye desde las medicinas hasta las consultas médicas –así sean del doctor
Simil- o la leche para bebés.
En ese año, los servicios hospitalarios
aumentaron en 3.3 por ciento, los servicios de atención ambulatoria 1.8 por
ciento, la producción de medicamentos, lentes y material de curación avanzó1.5
por ciento,. En contraparte, los servicios de administración pública de la
salud descendieron 4.2 por ciento, lo que fortalece la idea de que existe un
desmantelamiento del sector público en materia de salud, al grado de que sólo
uno de cada 10 trabajadores de este sector es empleado público.
Pues estos hechos y estos indicadores sí dan
una idea de la gravedad de la situación económica de las familias Como dice el
filósofo del metro: realidad mata estadística.
*Comentario para Radio Educación/27 de marzo de 2015