El filósofo del metro dice:
El pasado no ha muerto;
el presente está estancado
y el futuro aún es esperanza
A un año, ya se hay cambio,
pero los índices no cambian
Roberto Fuentes Vivar*
El domingo se cumple un año de que tomó posesión el
presidente Andrés Manuel López Obrador y, por lo menos en lo que se refiere a
la economía, las cosas no van tan bien como lo prometió ni como lo esperaban
millones de mexicanos.
Para empezar, este primer año de gobierno se enmarca
en la polémica acerca de si existe o no recesión. De acuerdo con una definición
técnica, sí estamos en recesión al cumplirse tres periodos negativos con nulo
crecimiento o, de plano decrecimiento.
La otra definición señala que estos tres trimestres
consecutivos deben tener una baja generalizada en todos los indicadores, lo que
no ha sucedido en nuestro país en este año. Por eso, por ejemplo el presidente
de la Asociación de Bancos de México, Luis Niño de Rivera, o la secretaria
ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina, Alicia Bárcena,
prefieren hablan de estancamiento.
Es cierto que algunos sectores como la construcción,
la minería o la venta de automóviles si se encuentran franca recesión, pero hay
otros, como los bancos que muestran un crecimiento de casi dos dígitos. Esto
significa que estamos viviendo una especie de signos contradictorios en la
economía mexicana.
Lo que sí es cierto es que, desde hace un año, se
vive un proceso de cambio en la economía y en este sentido, vale la pena
preguntarse si los indicadores están registrando este cambio. Seguramente no.
Uno de los ejemplos que pueden reflejar más este
proceso de cambio es el de los hábitos de la sociedad. En este sentido, la
Asociación Nacional de Abarroteros Mayoristas elabora mensualmente un índice de
ventas de las tienditas de la esquina, que no se toma en cuenta para la
elaboración del Producto Interno Bruto.
Según este organismo, las tienditas de la esquina, aumentaron
sus ventas 6.8 por ciento en octubre. De
hecho de octubre 2018 a octubre 2019, registramos un crecimiento total de 7.7
por ciento, muy por arriba del avance o estancamiento de la ANTAD (Asociación
Nacional de Tiendas de Autoservicio y departamentales) y Walmart, que esos sí
se toman en cuenta en la medición oficial del PIB.
Otra de las contradicciones se presenta, también
como ejemplo, en los indicadores de empleo. Según la Encuesta Nacional de
Ocupación y Empleo, señala que en octubre la tasa de desempleo se situó en 3.6
por ciento, cifra muy arriba del 3.2 por ciento en que estaba un año antes.
Paradójicamente hoy el Instituto Nacional de
Estadística y Geografía (INEGI) da a conocer los resultados del Índice Global
de Personal Ocupado de los Sectores Económicos en septiembre, con un crecimiento
de 0.1 por ciento con respecto a agosto y de 1.3 por ciento con relación al
mismo mes del año pasado.
Esto quiere decir que por un lado existe más
desempleo, pero por otro existe más personal ocupado en los diversos sectores.
Y así como existe esta contradicción hay muchas otras. Por ejemplo, que por
primera vez en la historia contemporánea el país se enfila hacia un superávit
en la balanza comercial, a pesar de que muchos de los sectores de exportación,
como los automóviles o la minería, están en recesión.
Lo cierto es que estamos ante una desaceleración
económica en el primer año, lo que hace cada vez más difícil cumplir las
promesas de campaña del presidente López Obrador en el sentido de crecer al
cuatro por ciento anual en el promedio de su sexenio.
Pero hay otras dos realidades que deben tomarse en
cuenta. En primer lugar que el sector privado, a pesar de todas las promesas de
inversión que ha hecho en este año, no las ha materializado. Por el contrario
parece cada vez más renuente a participar en proyectos. En esta misma semana
hubo el compromiso de invertir 859 mil millones de pesos. Y de esa promesa surgen dos preguntas ¿cuándo
los van a invertir? y ¿Quién llevará las cuentas para saber si se cumplen la
promesa?
La otra realidad es que vivimos un proceso de
cambio, cuyas consecuencias, para bien o para mal, son imposibles de medir o
cuantificar en estos momentos. Quizá será hasta dentro de uno o dos años cuando
existan elementos para poder comenzar a evaluar este cambio en el cual quedó
formalmente abolido el neoliberalismo económico.
Si es cierto que hay estancamiento y también hay
contradicciones en los indicadores económicos. También es cierto que el
empresariado en general comenzó este sexenio con una especie de bloqueo que aún
no se termina por completo. Por lo pronto es posible afirmar es que el cambio
apenas comienza y que la economía de la corrupción estaba tan arraigada que
formaba parte de la economía formal o, por lo menos, de la medición el producto
interno bruto.
Dice el filósofo del metro: el pasado no ha muerto y
el presente está estancado y el futuro aún espera.
*Comentario para Radio Educación/ 29 de noviembre de 2019